Agnóstica y urbana, así se define Paula Hernández (Buenos Aires, 1969); y rural y religiosa es El viento que arrasa, film con el que inauguró ayer Horizontes Latinos. La película, basada en la novela de Selva Almada, que lleva el mismo título, le resultaba “muy tentadora cuando me la ofreció Hernán Musaluppi, productor de Cimarrón Cine. El libro trata temas que siempre me interesan, como los vínculos familiares y, al mismo tiempo, me abría la puerta a otros mundos que para mí eran nuevos: por un lado, el ámbito rural y, por otro, el religioso”.
En este road movie Hernández cuenta la historia de Leni, que acompaña a su padre, el Reverendo Pearson, en su misión evangélica. Cuando su coche se avería se detienen en el taller de Gringo, un mecánico de la zona que vive con su hijo. Mientras éste encarga la pieza que arreglará el coche, se ven obligados a quedarse con ellos, en su hogar, a esperar. Es entonces cuando la vida de ambas familias, padre e hija y padre e hijo, empiezan a tambalearse. A lo lejos, se avecina una tormenta.
Hernández consigue dar voz a esas miradas que, en algún momento de su vida, buscan su propio sentido: “Es una historia de crecimiento en la que dos hijos crecen aplastados por dos creencias muy opuestas, muy contundentes. Lo que se habilita a partir de este encuentro es el desencuentro entre estos duplas y la posibilidad de pensar tanto el presente como el futuro”.
La acompañan tres integrantes del elenco, a falta de Joaquín Acebo, hijo de Gringo en la ficción, interpretado por Sergi López, que confiesa que cuando leyó el guion le atrajo la solidez que tenían los personajes. Para Alfredo Castro, veterano del Zinemaldia y Reverendo en el film, el guion de Hernández es “impactantemente hermoso, inteligente y difícil, muy difícil. Paula es una valiente, una guerrera por sacar adelante esta película”, una película que califica de “coral. Está contada no solo por los cuerpos que interpretan sino también por todo el equipo técnico”. Castro, protagonista también de Los Colonos (Horizontes Latinos, 2023), confiesa que “el personaje siempre lo miro desde el punto de vista político. El fanatismo religioso está siendo una amenaza muy fuerte en todo el mundo. Por eso me importaba tanto el plano ideológico de este personaje”.
La fuerza y presencia de Leni en la pantalla se percibe también en Almudena González, su intérprete. Para ella, El viento que arrasa es una película contada desde “una mirada femenina, la de Leni”. En esa chica, que vive sumergida en el evangelismo y acompaña a su padre en sus misiones, surge de pronto “la posibilidad de un universo diferente”, a lo que la directora añade que “la película tiene que ver con un viaje, por eso el film se cuenta en movimiento”. Pero no solo se trata de un road trip, a ese viaje de padre e hija le acompaña un viaje interior que se da en todos y cada uno de los personajes. “El cambio de espacios va acompañando emocionalmente lo que estos personajes van transitando: esa tormenta que se va cargando, ese viento que cada vez es más fuerte, ese polvo que los va, de alguna manera, envolviendo, son parte de lo que emocionalmente van transitando hasta estallar en esa lluvia”. Como si se tratara de esa calma que se siente antes de la tempestad acabará por estallar. Y, de la misma manera que ésta arrasa con todo, también arrasan los personajes con sus vidas, sus costumbres y sus creencias.
La tormenta llega con la llegada de Pearson y Leni al taller de Gringo y Tapioca. Es en ese momento cuando cada uno de los personajes comienzan a cuestionarse a sí mismos, a revisar su propia historia: “Es la contraposición de esos dos mundos; el del Reverendo Pearson, que no para de hablar y de predicar el milagro, y el del mecánico, un mundo silencioso, más físico”, añade la cineasta. Para la directora de Sonámbulos, film de esta sección en 2019, era muy interesante desarrollar “los triángulos, las relaciones que se iban formando entre los personajes”.
El viento que arrasa es una película contada desde una mujer y escrita y dirigida por una mujer, en la que, quizás no por casualidad, también hay otras dos mujeres construidas a partir de la ausencia; y es que la ausencia de una madre siempre es más cuestionada que la de un padre.
María Aranda Olivares