"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El director francés, que ya estuvo presente en Perlak en 2019 con Los miserables, clausura este año la sección con su segundo film, Los indeseables.
Este es su segundo largometraje y, de nuevo, está ambientado en Montfermail, el barrio en el que se crio. ¿Qué le inspira de sus calles?
Es un lugar que ofrece mil historias y todas ellas merecen ser contadas, pero lo más importante es que puedan ser narradas por gente de allí, que sean ellos los que se cuenten.
Aquí la protagonista de la historia es una mujer, en contraste a su anterior largometraje donde confluían varias miradas masculinas.
Sí, y es algo que me apetecía mucho experimentar, no porque crea que haya formas de lucha masculinas y formas de lucha femeninas, pero quería poner en valor a todas esas mujeres de barrio que se salen de lo normativo y que no están dispuestas a que elijan por ellas.
En su manera de plantar cara al alcalde de su municipio, esta mujer pone en evidencia la hipocresía de la clase política, ¿no?
A través de este personaje quise denunciar esa derogación de derechos que vivimos tras el auge de esos partidos de extrema derecha que están empezando a llegar al poder. Me parece un discurso de exclusión muy peligroso.
¿Respuestas simples a cuestiones complejas?
Totalmente y, sobre todo, lo que se impone es culpabilizar al otro. En cierto modo estamos volviendo a un escenario que no recordábamos desde los años de la II Guerra Mundial.
En ese “culpar al otro” usted habla, incluso, de esa estrategia del poder político por enfrentar a grupos sociales en idéntica situación de vulnerabilidad.
Enfrentan a unos emigrantes con otros en función de su fe religiosa; priman la acogida de los refugiados del último conflicto mientras se olvidan de aquellos desmovilizados de conflictos anteriores. Son estrategias de división nada inocentes para fomentar el enfrentamiento y crispación entre grupos que deberían estar unidos.
¿Cuál es la solución? ¿La integración?
Más bien el respeto a la multiculturalidad. Yo he crecido en bloques de viviendas donde había familias de 50 nacionalidades y nunca se han dado problemas de convivencia. El mestizaje no es un problema, es la solución.
Jaime Iglesias Gamboa