"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
A Ryûsuke Hamaguchi en Donostia lo conocemos desde hace tiempo. En 2008 participó en la sección entonces llamada Zabaltegi - Nuevos Directores con Passion, su trabajo de fin de máster. Y aunque dejó huella, no se llevó ningún premio. Su racha empezó unos años más tarde. En 2015 su Happy Hour se llevó el premio a la mejor interpretación femenina para sus cuatro protagonistas y una mención especial por su guion en el Festival de Locarno. En 2018 con Asako I&II concursó en el Festival de Cannes y fue Perla en el Zinemaldia. En 2021, en febrero ganó el Gran Premio del Jurado de la Berlinale por La ruleta de la fortuna y de la fantasía, y en mayo presentó en el Festival de Cannes Drive My Car, que se llevó el premio al mejor guion, más el FIPRESCI de la crítica internacional. En 2022, por este mismo film, ganó el Oscar a la Mejor Película Internacional y recibió nominaciones en las categorías de mejor película, director y guion adaptado. Y finalmente, hace dos semanas en el Festival de Venecia, se ha llevado el León de Plata Gran Premio del Jurado y el premio FIPRESCI por Evil Does Not Exist.
Y eso que en su origen no estaba previsto que fuera una película. Laidea original era rodar unas imágenes en los bosques de Mizubuki, en las afueras de Tokyo, que sirvieran de acompañamiento en las actuaciones en directo de la compositora Eiko Ishibashi, autora de la banda sonora de Drive My Car. Con la ayuda de los amigos y colaboradores de Ishibashi y del propio Hamaguchi, y de forma orgánica y natural, fueron tomando forma las imágenes, los personajes y las relaciones entre ellos. Tanto que finalmente el proyecto se desdobló y partiendo de la misma música, un montaje de esas imágenes acabó conformando Gift, las imágenes de acompañamiento de la actuación en directo de Ishibashi que tendrán su estreno mundial en un concierto de la compositora japonesa en octubre en Gante, y otro montaje alternativo acabó siendo Evil Does Not Exist, la película que podemos ver en el Zinemaldia.
Evil Does Not Exist es un film mucho más sencillo, al menos en sus formas, que los anteriores de Hamaguchi. Su estilo es naturalista, su tono ligero, su puesta en escena directa. El propio origen del proyecto propicia durante gran parte del metraje una narrativa muy visual, sencilla e inmediata en perfecto equilibrio con la naturaleza de la zona de Mizubiki en la que se rodó y la manera en la que viven sus habitantes. Vidas sencillas en perfecta armonía con los ciclos de la naturaleza. Pero bajo esa apariencia liviana y ligera, surge un film con mucha pegada. Que plantea y denuncia temas de plena actualidad y no duda a la hora de tomar partido. Evil Does Not Exist es cine social, reivindicativo y militante, a pesar de su apariencia sencilla, sutil y delicada.
El conflicto del film surge cuando una empresa de Tokio pretende promover en el bosque en el que vive esta comunidad un espacio de glamping, una combinación entre glamour y camping, un lugar de acampada con las comodidades y amenidades de la gran ciudad que demandan los urbanitas, sin tener en cuenta los efectos que semejante intervención puede tener en los recursos y el delicado equilibrio del bosque en el que viven los humanos y los animales en comunidad.
De forma calmada y sencilla, manteniendo sus formas discretas y delicadas, Hamaguchi plantea una crítica directa al capitalismo voraz que para el beneficio de unos pocos es capaz de sacrificar el medioambiente, a la degeneración de los ecosistemas, a los efectos depredadores del turismo, a las políticas de subcontratas de las empresas y a la precariedad laboral. Algo universal que ocurre en un pequeño pueblo de Japón y también a la vuelta de la esquina en cualquier país del mundo.
Carlos Elorza