Primero fue la novela gráfica: "Le Tueur". Escrita por Alexis Nolent, bajo el seudónimo de Matz, la obra sigue las andanzas de un asesino a sueldo sin nombre. Después llegó la película. ¿Qué quieren un film sobre un asesino? Llamen a David Fincher. Su nueva colaboración con el guionista Andrew Kevin Walker (Se7en) es esta The Killer, un thriller magnético en el que no sobra ni falta nada. Es la película sorpresa de este año, cuya proyección, el próximo sábado, está patrocinada por la empresa guipuzcoana Construcciones y Promociones Antiguo Berri.
A ese asesino le da vida Michael Fassbender, quien retorna a la gran pantalla tras una pausa de cuatro años. En un prólogo que evoca a El silencio de un hombre (Jean-Pierre Melville, 1967) y a La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954), se nos introduce al personaje y se establece como el narrador de la acción mediante su voz en off, que nos acompañará durante toda la cinta. Esa voz en off, a menudo irónica, no resulta en absoluto cargante, ya que establece un contrapunto con la apariencia hermética, casi inexpresiva, del protagonista, aportando ritmo y dinamismo a la película. Un personaje metódico y organizado, con una estricta disciplina con la que encara su trabajo. Es el empleado perfecto. El prólogo acaba cuando el asesino comete un error y pasa a ser un cabo suelto. Ahí es cuando empieza la caza. Primero la que ponen en marcha quienes le han contratado, que errarán al llevar la cacería al terreno personal, atacando a alguien cercano al protagonista. Hasta aquí, una historia clásica de cazador cazado, o casi.
Entonces, ¿qué hace de esta The Killer una propuesta hipnótica, entretenida y con una factura impecable? Una película que, si bien puede resultar poco original sobre el papel, resulta sorprendente en la construcción de su dispositivo cinematográfico. David Fincher, por supuesto. Meticuloso en sus planteamientos y planificaciones, la cinta tiene esa factura refinada que ya asociamos con este director. Mérito suyo y del equipo del que se rodea. Una suerte de sospechosos habituales: además del ya citado Andrew Kevin Walker, encontramos a Erik Messerschmidt como director de fotografía (Mank, Mindhunter) y a Kirk Baxter en el montaje (trabaja con Fincher desde El curioso caso de Benjamin Button), entre otros nombres que ya aparecen en créditos de películas anteriores de Fincher. En esta ocasión, el resultado de la fusión de la fotografía detallista de Messerschmidt con el nervio del montaje de Baxter es una obra con brío, en la que destacan las escenas de lucha, muy bien coreografiadas. También repiten Trent Reznor y Atticus Ross, con una banda sonora menos presente que en ocasiones anteriores, pero muy efectiva. Claro que nadie puede competir con la selección musical que escucha el asesino sin nombre: un recopilatorio de The Smiths que consigue que hasta el más incrédulo se deje seducir por Fassbender y su huida hacia adelante.
Pero si Fincher no está solo detrás de la cámara, tampoco lo está Fassbender delante de ella. Rodeado de un elenco de secundarios que le arropan, como Arliss Howard o Kerry O’Malley, es Tilda Swinton la que con su intervención le da la réplica más convincente al actor germano-irlandés. Los minutos que comparten pantalla son ciertamente memorables.
La película, presentada en la última edición del Festival de Venecia, tuvo en general una buena acogida, si bien finalmente no fue incluida en el palmarés. Sea porque se valoraron más otras propuestas, sea porque de la forma de dirigir de Fincher resulta una historia fluida, en la que parece que todo se encadena con sencillez. Nada más lejos de la realidad: para que todo funcione de esa manera tiene que haber una planificación detallada de cada elemento, de manera que el constructo fílmico sea tan robusto como invisible para el espectador.
Imma Pilar