"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El director francés Damien Manivel mantiene una estrecha relación con la sección Zabaltegi-Tabakalera. Participó por primera vez en 2017 con La nuit ou j’ai nagé, y volvió en 2019 con Les enfants d’Isadora, película que recogía varios motivos identificables también en el fim que presenta en esta edición, L’île / The Island, tales como el valor concedido al gesto humano o el duelo sufrido en momentos de pérdida.
Les enfants d’Isadora parte del gesto de una bailarina, y esa atención al detalle del gesto está también muy presente en L’île. ¿Por qué considera tan valioso el gesto como material cinematográfico?
Es verdad que el gesto está en el origen de ambas películas, pero no ha sido intencionado. De hecho, no había pensado en esa conexión hasta que me has hecho la pregunta, pero es verdad. Creo que en las personas el gesto lo es todo, el gesto es siempre lo primero.
Los personajes de ambas películas se encuentran en un momento de despedida y pérdida, conscientes de estar viviendo algo que no va a volver. ¿Ve el cine como herramienta contra el olvido?
Hay una fuerte relación entre el cine y la lucha contra el olvido, pero en el caso de esta película lo que quiero sobre todo es abordar la necesidad de seguir adelante después de una experiencia de duelo o de despedida. Las imágenes nos sirven para concretar el sufrimiento y poder avanzar.
Rosa se está despidiendo pero a la vez, con uno de sus amigos, recrea el recuerdo de una relación pasada y que está cayendo en el olvido… Supongo que ese juego de espejo es más que intencionado.
Sí, lo interesante es la doble temporalidad. Rosa nos habla del futuro desde el lugar en el que está, pero a la vez hay una nostalgia del recuerdo, como tú apuntas. Y algo más: un presente puro de reiteraciones que buscan guardar la intensidad que están viviendo, como si el hecho de repetir las cosas intensificara sus recuerdos.
Pero no es una película sobre la nostalgia…
Hay nostalgia porque Rosa está en un estado de nostalgia, pero la película no es nostálgica ya que lo que yo pretendo es mostrar la intensidad de la vida, la idea de aferrarse y guardar el presente.
¿Por qué una historia de adolescentes? ¿Le atrae esa etapa, o es más bien que ese momento clave de la vida le permite poner la mirada en cuestiones que le interesan como el final de una etapa o el decir adiós a cosas que no volverán?
Las dos cosas. Además me atrae trabajar con adolescentes porque me gusta la creación colectiva con ellos. Los adolescentes están viviendo muchas cosas por primera vez, y eso me ha servido a mí también para buscar mi primera vez cuando hice cine.
¿Por qué decide entrelazar la ficción con el propio rodaje y los ensayos?
Es de un doble retrato: el de unos jóvenes haciendo una fiesta de despedida y el de esos mismos jóvenes interactuando conmigo mismo en un ejercicio de crecimiento conjunto. Pero no era la idea inicial. Meses después de los ensayos, al revisar los materiales en bruto que tenía, me pareció muy interesante mostrarlo todo. Descubrí que los ensayos aportaban una intensidad añadida y que incidía en la idea de la reiteración. Y aunque use esos materiales documentales, todos los gestos, las miradas y diálogos estaban escritos en un guion, así que el resultado es una película de ficción 100%.
Gonzalo García Chasco