La mexicana Lila Avilés está presente en esta 71ª edición por partida doble: como presidenta de jurado de Nest y como directora de su segundo largometraje Tótem, que compite por el premio Horizontes.
Avilés es, además de realizadora, guionista y productora. En 2018, participó por primera vez en el Zinemaldia con La camarista (New Directors), película que fue elegida para representar a México en los Oscar y recibió el premio Ariel a la mejor ópera prima, además de otras nueve nominaciones. En 2021 fue miembro del jurado de esta sección, Horizontes Latinos.
Cuando le preguntamos sobre San Sebastián y sobre el Festival afirma que “es una ciudad que lo tiene todo, con una vitalidad increíble. Súmale a eso el cine y la gastronomía. Obviamente, la virtud de que se hable la misma lengua es exquisita. Es la tercera vez que vengo y la primera como jurado de Nest”. Sobre esta última experiencia confiesa que “no conocía la parte de la residencia de Tabakalera, que me parece increíble. Estoy maravillada con el equipo de jurados que vienen de todas partes del mundo”. Entre risas, añade “vamos a ver cómo nos organizamos, pero las películas son excelentes. Los cortos son un formato que infravaloramos y siento que hay algo muy bonito en ellos: Juegan con los formatos y con las formas; es algo que no se nos puede olvidar cuando hacemos películas”. Avilés, que ha visto ya varios largometrajes de esta edición, anima a aquél que se le cruza a darse una vuelta por Nest ya que “el contenido es maravilloso y me motiva escuchar a los jóvenes que vienen cargados de ideas”.
Sin olvidar que la cineasta también presenta película, recalca que Tótem es “una película que venía arrastrando desde hace tiempo. Fui madre cuando era joven y mi hija me lo ha dado todo: las fiestas, la madurez, los desvelos, la parte divertida de la vida… “. La historia de Tótem tiene que ver con el proceso de duelo de su hija, un duelo que el cine ayuda a “transmutar en belleza, aunque se trate de procesos que pueden ser dolorosos”. Confiesa que se considera una afortunada al dedicarse a lo que realmente quiere: “No me quiero poner dramática pero me gusta mucho ser cineasta y si me dieran a elegir mi respuesta sería: así está bien, me quedo con esto”.
Sol, interpretada por una magnífica Naíma Sentíes, es una niña de siete años, que está en casa de su abuelo ayudando con los preparativos de una fiesta sorpresa para su padre, que probablemente celebrará su último cumpleaños. A medida que avanza el día, un ambiente extraño y caótico se apodera de la situación. Es entonces cuando Sol comprende que está a punto de experimentar un gran cambio, uno que abrirá el camino al misterio de celebrar la vida. El interés de la directora en llevar a la gran pantalla esta historia reside en “retratar la vida cotidiana desde un punto de vista muy íntimo, mirar adentro de las cosas. Me gustan los microcosmos, la esencia, las cosas que contienen otras cosas”. Nos aclara, desde un primer momento, que no quiere ser “la directora de una sola localización” y, al mismo tiempo, afirma que “sabía que todo tenía que pasar en aquella casa, quería ir a lo íntimo de lo íntimo” pero, más allá de lo íntimo quería ir “adentro. Creo que esa es la palabra. En general estamos tan afuera, todo el tiempo, que quería ir a lo profundo de los personajes, de la historia en sí, de ese microcosmos que es la familia”. Confiesa que para ella son muy interesantes los contenedores de capas que nos llevan de una historia a otra: “Por sencillo que parezca, existe una complejidad que está ahí que, de cierta manera, nos recuerdan que somos parte de algo. Por eso creo también que esta es una película coral, con el eje central en esa niña”.
Tótem es una película que indaga en la manera que tenemos de habitar en nosotros mismos, en la manera que tenemos de comunicarnos y, también, de relacionarnos no solo cuando hablamos: “Hay muchas formas de comunicarse y, entre ellas, están las que son más sensoriales o intuitivas que muchas veces se nos olvidan. Creo que no podemos perder esa sintonía, ese sentido común tan básico que nos hace estar presentes en la vorágine del día a día”. Estamos ante un largo sobre los vínculos familiares, sobre la amistad y sobre el lenguaje: “La mayoría de las familias tienen formas de comunicarse que son casi como un nuevo idioma. No hablas con tu padre igual que con tu madre o con tu mascota. Esta diversidad me fascina, aunque es muy difícil de transmitir, pero la energía de las palabras que nunca pierdes me interesa mucho. Cada vez que se pierde una especie animal o una lengua, perdemos una pieza del gran rompecabezas y abandonamos una forma de pensar. Hoy en día, la extinción se produce con tanta frecuencia que parecemos habernos acostumbrado a ella. La vida y la muerte son una dualidad, igual que la sabiduría y la ignorancia, el interior y el exterior, o el día y la noche”.
María Aranda Olivares