Había lógica expectación por confrontarse con el segundo largometraje del director francés Xavier Legrand tras el impacto que supuso su ópera prima, Custodia compartida, ganadora del León de Plata en Venecia en 2017 y presentada ese mismo año en Perlak. Entre quienes habían tenido la oportunidad de ver Le successeur antes de su pase de ayer en la Sección Oficial del Zinemaldia, corría la voz de que se trataba de una obra bastante alejada del film precedente de Legrand, pero el propio director negó la mayor en la rueda de prensa que ofreció ayer en el Kursaal vinculando ambos títulos: “Custodia compartida hablaba sobre la violencia contra las mujeres, un fenómeno cuya denominación me parece algo hipócrita ya que no contempla al que ejerce dicha violencia, que no es otro que el hombre. Y esa violencia patriarcal no solo es ejercida contra las mujeres, también otros hombres, especialmente los hijos, los descendientes de esos agresores, son depositarios de esa violencia. Cuando leí la novela de Alexandre Postel en la que se inspira Le successeur encontré un argumento para profundizar en esta idea”.
Profundizando en los paralelismos entre ambas películas, algún periodista hizo notar al cineasta que tanto en este como en su anterior largometraje hay una utilización evidente de recursos narrativos propios del cine de terror para generar escenarios de tensión aun cuando ninguna de ambas películas está adscritas al género: “La tensión es algo que emerge cuando le damos su espacio. Hay cierta tendencia a pensar que para que haya tensión tiene que haber acción o un ritmo trepidante que la provoque, pero yo creo que es justamente al revés”. En este sentido, tanto Xavier Legrand como los actores protagonistas destacaron la importancia de haber rodado el film en orden cronológico para lograr esos escenarios de tensión: “Custodia compartida ya la rodé así y eso me permitió imprimir al relato una intensidad creciente que tuvo también su reflejo en el trabajo de los actores. Con Le successeur he hecho exactamente lo mismo, un lujo que he podido darme gracias al magnífico equipo que me rodea”.
Incidiendo en esta idea, Marc-André Grondin, protagonista de la película, habló de esa escena en el tramo final de la película en la que rompe en llanto: “Yo no soy uno de esos actores que se llevan el trabajo a casa, soy muy poco intenso en ese sentido. Pero, en esta ocasión, el hecho de filmar la película cronológicamente hizo que, cuando llegó el momento de rodar esa escena, aflorase toda la tensión emocional acumulada tras semanas de rodaje”. Xavier Legrand justificó la elección de Grondin para dar vida a Ellias en el hecho de que “él desprende una imagen muy viril, pero, al mismo tiempo, tiene los ojos y la mirada de un niño. Ese contraste me resultaba muy interesante para deconstruir esa imagen heroica de la masculinidad”.
Xavier Legrand también reconoció haber bebido de las fuentes de la tragedia clásica no solo en el diseño de personajes sino a la hora de desarrollar ciertas opciones de puesta en escena, como ese plano cenital que abre el film y que muestra al protagonista avanzando por una espiral: “Tenía en mente las grandes tragedias, obras como “Edipo” o “Hamlet”, cuyos protagonistas se esfuerzan por revertir su destino, buscando, infructuosamente, desprenderse de esa herencia maldita que les persigue. En ambos casos la única salida que se acaba abriendo ante ellos es una huida hacia adelante y eso es un poco lo que le ocurre también a nuestro protagonista”.
De este modo, con un tratamiento del tiempo y del espacio físico vinculado al cine de terror y una alta dosis de humor negro (“un humor que surge de la desesperación”, según Legrand), el cineasta francés consigue alumbrar una obra sobre esa masculinidad tóxica que sufren no solo las mujeres sino también muchos hombres condenados a perpetuar patrones de comportamiento nocivos.
Jaime Iglesias Gamboa