Hay todavía muchos misterios alrededor de José Val del Omar, aún con los abundantes escritos, patentes, collages y películas que dejaron constancia de su febril empresa vital: vislumbrar y construir un futuro elevado y espiritual para la humanidad a través de la técnica del cine. Es por eso que descubrir el metraje que aquí se estrenará como Festival en las entrañas equivale a abrir una cápsula del tiempo mandada desde el espacio. El equipo del Archivo Val del Omar encontró esta película inédita guardada en una lata etiquetada con la palabra “Descartes” en las instalaciones de la Filmoteca Española.
Festival en las entrañas es una muestra de cine etnográfico de vanguardia, alucinado, abstracto y fantasmal, en la línea de su Tríptico Elemental de España. Está filmada en Andalucía, a principios de los sesenta, y muestra dos polaridades extremas de costumbrismo que, montadas de manera sucesiva, generan un choque dialéctico que alumbra una revisión lúcida y crítica de la esencia de lo andaluz. En un polo, Val del Omar aplica todo el duende de sus invenciones técnico-poéticas-místicas. Vemos la sierra de Granada, fuego, agua, la aparición entre las sombras de un bailaor, las pinturas de Romero de Torres. Aplica su invento, la TactilVisión, cine en 3D hecho por la gracia de una rápida alternancia de luces parpadeantes que caen sobre el objeto filmado desde varios costados. Pero el trabajo de luz y sombra va más allá, con luces sobrenaturales que recorren lentamente las paredes de las calles desiertas del pueblo, los rostros, las bodegas. El conjunto es una enigmática expresión de la esencia de la iconografía andaluza. En el polo opuesto, la película muestra la puesta en escena adulterada de ese costumbrismo: la expresión empaquetada para el consumo turístico de la fiesta de la vendimia en Jerez y, como escribe el propio Val del Omar en sus notas sobre la película, un “Burrotur de suecos a un cortijo”. La luz natural, plana, todo lo revela. La verdad no está aquí en lo “real”, sino en el artificio “valdelomariano”. Esa dicotomía de espíritu-espectáculo está también en la sección de las cuevas de Nerja. La TactilVisión sobre las milenarias estalactitas, junto a los bailarines emergiendo de las sombras, chocan con el plano general que nos saca de la ilusión revelando el escenario sobre el que ocurre el show.
Esta película inaudita fue, curiosamente, un encargo del Ministerio de Información y Turismo de Manuel Fraga, que quería una serie de documentales sobre folclore y cultura popular para la Feria Mundial de Nueva York de 1964. De las diez películas de las que constaría la serie inacabada (sobre todo registros de procesiones, fiestas, bailes regionales y retablos), Val del Omar se reserva las dos últimas para hacer de las suyas: la que titula Luna de sangre y Festival en las entrañas. Aquí veremos fragmentos encontrados de ambas bajo el nombre de la segunda.
Entre dos ferias
Tanto esta participación de Val del Omar en el Festival de San Sebastián como las que tuvo en 1958 y 1959 tienen que ver con una Feria Universal. Fue invitado a armar unas Jornadas de Cine Experimental por Antonio de Zulueta (entonces director del Festival de San Sebastián, y padre de director de Arrebato). Habían coincidido en el festival de Cannes en 1958, donde Val del Omar presentó La gran siguiriya (es decir, Aguaespejo granadino), que también traería a Donostia. En sus intercambios epistolares, que se pueden leer en la exposición online de Artxiboa “Misticismo tecnológico”, Val del Omar recomienda varias películas que había visto en un evento legendario, el EXPRMNTL, el primer festival exclusivamente dedicado al cine experimental que se celebró por primera vez en el casino de Knokke le Zoute, Bélgica, en 1949, y por segunda vez en Bruselas con motivo de la Expo ‘58, otra feria universal.
Ahí presentó Val del Omar La gran seguiriya en la misma sesión que, por ejemplo, Anticipation of the Night, de Stan Brakhage. Las ferias y exposiciones universales eran escaparates de futuro, grandes exhibiciones de prodigios. En la década de los sesenta se puede ver en estos eventos algunos ejemplos de lo que consideraríamos ahora cine expandido (en especial en la Expo ‘67 de Montreal), como apunta Gene Youngblood en su célebre libro Cine expandido.
Val del Omar ve en esos escaparates de progreso una oportunidad para materializar sus aspiraciones. Por eso se preocupó de recorrer congresos y exposiciones universales, pues su meta era de gran alcance: elevar espiritualmente a la humanidad. Con una vocación místico-poética difícil de entender en esos ambientes donde nunca encajó del todo, Val del Omar es consciente de que la técnica tiene que servir a un fin sublime. Es por eso por lo que centró las jornadas que organizó en San Sebastián en lo tecnológico, y es por eso que escribe, en una edición de este mismo diario de 1959, algo aún vigente y fundamental en estos tiempos de inteligencia artificial: “En manos de los técnicos está orientarse hacia la serenidad o hacia la locura diabólica. Cuando se sugestiona; cuando se encanta: cuando se conquista por mecanismos espectaculares y se coacciona la libertad humana, tiene que existir un importante motivo poético. Y la técnica no deberá nunca hacer el juego a los perversos, alucinando a los débiles”. Se entiende así la importancia que le pudo haber concedido a un encargo como Festival en las entrañas, que excedió su objetivo y no pudo ser acabado, pero que hoy viene a alucinarnos y a arrebatar nuestros espíritus con su fe irredenta en el cine.
Elena Duque