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Ser un kalak puede ser bueno o puede ser malo. Tal cual se lo dicen casi al comienzo de la película al protagonista. El término, empleado en Groelandia, tiene una connotación despectiva para querer decir “sucio groelandés”, o sencillamente, “enorme idiota”. Ése es su uso habitual, aunque en rigor quiere decir “auténticamente groelandés”.
A esto aspira el danés Jan, a ser un kalak, a integrarse como cualquier nativo en una pequeña comunidad en Groelandia, a donde intuimos que ha huido con su mujer y sus hijos para alejarse de un pasado en Dinamarca donde permanece su padre, ahora enfermo de cáncer, y quien abusó sexualmente de él cuando era niño.
La búsqueda de aceptación del protagonista de Kalak dentro de un comportamiento errático y promiscuo y desapegado en sus relaciones personales es una constante en esta película que se amplifica abordando temas tan delicados como los abusos sexuales infantiles, la pedofilia o el sometimiento sexual que viven, con cruda resignación, muchas mujeres de pequeñas comunidades groelandesas.
El film de la directora sueca Isabella Eklöf, directora de Holiday (2018) y guionista de Border (Ali Abbasi, 2018), está basado en un libro autobiográfico de Kim Leine, quien participa asimismo como guionista de esta película, presentada ayer a competición en la Sección Oficial del presente Zinemaldia.
“Pero ya no se trata de mi vida”, explicaba Leine. “Cuando escribí el libro me liberé, y el personaje adquirió una identidad fuera de mí, lo cual me ha ayudado decisivamente a seguir adelante. Y es sobre ese personaje del libro que Isabelle ha hecho su película. Es su creación artística, ya no soy yo”.
En todo caso, es evidente que sobre la complejidad de este protagonista, interpretado por el actor noruego Emil Johnsen, recae el gran peso de la película. “¿Se me puede amar si he sido abusado?”, representa para Johnsen la gran pregunta que permanentemente arrastra su personaje y determina sus comportamientos.
Las respuestas, por supuesto, no son sencillas. Ni la directora Isabelle Eklöf las quiere así. “Me encanta trabajar contra las expectativas del espectador, porque en la vida las cosas tampoco nos suceden de manera nada clara. Estamos demasiado acostumbrados al esquema dramático de Hollywood, donde las cosas suceden de manera muy previsible”.
Un desafío
El rodaje en la costa oeste de Groelandia “fue una locura”, en palabras de la propia cineasta, a causa de las condiciones meteorológicas. Rodar con tanta nieve no resultó nada sencillo, y además padecieron durante el rodaje tormentas muy violentas. Pero para Eklöf eso no tiene por qué ser necesariamente algo negativo: “Que algo sea un desafío lo hace mucho más interesante”.
Además, para ella era fundamental rodar en las mismas localizaciones donde la historia original tiene lugar, en los lugares y con las comunidades donde Kim Leine tuvo sus vivencias durante un periodo de quince años. Rodar allí permitió también poder trabajar y realizar talleres con grupos de mujeres nativas. De hecho, los personajes nativos que aparecen en la película son realmente las personas que viven allí, no son en su mayoría profesionales, y muchas de esas mujeres han vivido las experiencias mostradas en pantalla, incluida la propia actriz Berda Larsen.
“Conozco a estas personas. Ésta es la novela de Kim y tiene un carácter autobiográfico, pero aquí también se está contando la experiencia personal de mi pasado disfuncional”, confesó Larsen.
Gonzalo García Chasco