Jean-Pierre y Luc Dardenne forman una de las parejas de cineastas más indiscutibles del cine europeo contemporáneo. Habituales del Festival de Cannes, donde se hicieron con la Palma de Oro en 1999 con Rosetta y en 2005 con El niño, este año volvieron a triunfar en el certamen francés con Tori y Lokita con la que obtuvieron el Premio Especial 75 aniversario del festival. Una película que ayer presentaron en Perlak y que narra la amistad entre dos adolescentes sin papeles en la Bélgica de nuestros días y su explotación por partes de las mafias de la droga. Sin embargo, a pesar de lo devastador del argumento y de la crudeza de su puesta en escena, los Dardenne se resisten a ver Tori y Lokita, como un largometraje vacío de esperanza: “No creo que nuestra mirada se haya vuelto más oscura, lo que ocurre es que vivimos en una realidad con unos niveles de violencia que, en los últimos años, se ha visto intensificado, sobre todo en los ambientes mafiosos que son los que retratamos en nuestra película –confiesa Luc Dardenne –. Pero yo creo que la amistad y ese sentimiento de lealtad que hay entre los dos protagonistas ofrecen algo de luz al relato y sirven para que el espectador asuma lo injusto de la situación por la que atraviesan”. El menor de los dos hermanos apunta asimismo a que “actualmente existe una corriente de opinión dentro de la crítica que demanda que las películas que reflejan ciertas realidades tengan un componente sanador. Según estas voces, el espectador no puede quedar abatido. Pero buscando complacer al público puedes traicionar la lógica del relato y eso nos parece un error”.
Preguntados sobre si sus películas son un grito de desesperación, Luc Dardenne confiesa que “con esta película lo que queríamos era rebelarnos contra la posición que ocupan los jóvenes inmigrantes en nuestras sociedades democráticas. Hay una violencia institucional que condena a estas personas por el hecho de no tener papeles y eso les hace entrar en la clandestinidad, desde donde resulta inevitable entrar en contacto con el crimen organizado. Frente a esto queríamos presentar a dos personajes que son como usted o como nosotros, que tienen nuestros mismos sueños y anhelos”. A su lado Jean-Pierre asiente y asegura que todo lo que comenta su hermano tiene que ver con la pérdida de peso del Estado como actor social: “Es cierto que en Europa existen leyes para facilitar la acogida, pero siento que cada vez dedicamos más energía a transformar nuestros países en fortalezas inexpugnables, lo cual es una pérdida de tiempo porque estas personas se juegan su vida para llegar hasta aquí por lo que si se les cierra una puerta siempre acaban por encontrar otra”.
Los Dardenne no son ingenuos y saben que la capacidad del cine para transformar la realidad es limitada. Aun así, no renuncian a generar una emoción en el espectador con sus películas que pueda contribuir a la forja de una conciencia crítica o, simplemente, a repensar la realidad: “Las películas tienen un efecto anárquico, nunca sabes como van a llegar al público ni hasta qué punto éste va a poner en juego sus emociones frente a lo que está viendo. Pero creemos que una película como Tori y Lokita puede hacer que el espectador perciba la realidad desde otro ángulo”. Jean-Pierre, por su parte, reflexiona sobre el futuro del cine: “No creo que el cine se encuentre amenazado, es verdad que ya no tenemos a Chaplin ni a aquellos grandes cineastas y que las formas de consumo han cambiado, pero eso no debe llevarnos a la desesperación. La gente sigue necesitando que le cuenten historias y, por otra parte, las plataformas son cautivas del cine. Prueba de ello es que buscan su honorabilidad produciéndole películas a cineastas de prestigio, aunque eso les suponga pérdidas económicas, pero para ellas es una cuestión de prestigio”.
Ciñéndose a su última película y cuestionados sobre cómo encontraron a los jóvenes protagonistas del film, cuya complicidad sostiene en buena medida todo el relato, Jean-Pierre Dardenne explica que ambos salieron de un casting donde buscaban perfiles complementarios: “Para Lokita queríamos a una chica de cuyo físico emanara fortaleza porque si te fijas ella es como un boxeador que va encajando todos los golpes. Pero, al mismo tiempo, queríamos una chica que no hubiera perdido su sonrisa de niña. Y, por oposición, Tori tenía que ser un niño enérgico, lleno de vida, con una mirada cálida”.
A través de estos dos personajes, los hermanos Dardenne han conseguido, una vez más, reflejar la situación de indefensión y vulnerabilidad que se ciñe sobre tantos y tantos jóvenes condenados a la marginalidad en la llamada “Europa del bienestar”.
Jaime Iglesias