"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El confinamiento fue, para muchas personas, una pausa en sus proyectos profesionales y personales. Para Unai Canela (Barcelona, 2004), supuso la oportunidad para lanzarsecomo director en solitario. Ha participado en diversos proyectos como narrador, ilustrador, cámara, fotógrafo, músico y editor audiovisual. Además, ha colaborado en varias películas documentales dirigidas por su padre, Andoni Canela, como Panteras (2021) y El viaje de Unai (2016) y en la serie de televisión Espíritu salvaje (2017).
Lo de la cámara y la pasión por la naturaleza le viene desde pequeño por influencia de su padre, al que admira como un maestro que le ha ido guiando por un camino que él ve como una forma de vida. Con nueve años le dio su primera cámara y, después de trabajar juntos durante varios años, estrena en el Festival de San Sebastián su debut como director con Entre montañas.
¿Cómo ha sido llevar las riendas del proyecto en solitario?
Ha sido más complicado de lo que pensaba. Supongo que, debido a esa especie de rivalidad entre padres e hijos, creí que, si mi padre lo hacía, yo podía hacerlo e incluso mejor (risas). Luego me di cuenta de que tiene sus dificultades; he necesitado su consejo, siempre ha estado ahí para ayudarme.
¿Qué tiene de especial Entre montañas?
Los anteriores trabajos documentaban grandes viajes y se mostraban animales exóticos. Eran lugares impactantes y animales preciosos, pero también eran inalcanzables. Nosotros queríamos compartir el amor incondicional por la naturaleza, y me di cuenta de que ese amor a la naturaleza se puede dar en casa; a nuestros bosques, nuestras montañas, nuestros animales.
El confinamiento tuvo mucho que ver.
Sí, claro, el confinamiento me quitó la posibilidad de viajar, así que exploré la única posibilidad que me quedaba: mi entorno, mi hogar. Estudiamos los animales que habitan en los bosques y montañas de alrededor, hicimos una lista con los que queríamos filmar, esa to-do list era nuestra especie de guion. Es imposible hacerse un guion preciso al grabar un documental sobre naturaleza, porque nunca sabes qué te vas a encontrar. Grabar animales no es controlable. Por ejemplo, me he quedado con pena de grabar un quebrantahuesos o un tejón, me habría encantado. Pero, bueno, conseguimos unos quince tipos de animales diferentes, estoy muy satisfecho.
Supongo que conseguir tantos animales serán muchas horas de grabación.
No sabría decir las horas, pero tenemos unos 1.000 gigabites de archivos. A veces iba yo solo con una cámara. Otras íbamos mi padre y yo con dos cámaras. Nos camuflábamos hasta que los animales se acostumbrasen y se comportasen con normalidad. No tenemos más cantidad de cinta porque las cámaras nocturnas, por ejemplo, se activan con el movimiento, por lo que filmaban únicamente cuando pasaba un animal. Esa tecnología facilitó la producción.
¿Cuál es el futuro de la película y de la naturaleza?
Creo que las nuevas generaciones vienen preocupadas por el medioambiente y tienen interés por la naturaleza, y el cine es un escenario brutal para darles voz. Si disfrutamos de la naturaleza con respeto, los animales se adaptan muy rápido, podemos convivir. El documental se va a proyectar en algunas salas de cine, plataformas y en programas de educación para que lo pueda ver todo el mundo. Amamos la naturaleza porque somos naturaleza.
Iratxe Martínez