"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Daniel Auteuil contempla el mundo desde la ventana del sanatorio en el que se recupera. No entiende la vida tal como la vive, del mismo modo que Auteuil, en la primera de sus dos películas con Sautet, no entendía el personaje que debía interpretar. Recordaba el actor: “La lectura del guion me dejó perplejo. Mi papel no me daba buenas sensaciones. Mi personaje era la ausencia hecha persona”. Pero se obró el milagro. Sautet le dio algunas pautas, algunos detalles, Auteil comenzó a entender la forma en que debía interpretar a un hombre aún joven, pero “decaído, ausente, en otro mundo”. Y la verdad es que el actor, descubierto por QUELQUES JOURS AVEC MOI Un cuerpo extraño Sautet en El manantial de las colinas (1986) de Claude Berri, acabó entendiendo muy bien a su personaje y expresando su autoaislamiento en el contexto de una sociedad burguesa de provincias sin sorpresas, sin fisuras, sin alma.
Martial, el protagonista, sale del sanatorio para volver al redil familiar. De hecho, le hastía, pero es tan inexpresivo que resulta incapaz de mostrar asco o desprecio. Todo le da igual. Tras un par de secuencias con su “querida” familia, propietaria de una lucrativa cadena de supermercados, Martial se traslada a Limoges para controlar la producción de la zona. No siente, pero piensa. Y no está cómodo con el mundo que le rodea, así que, a su manera, a la manera de Sautet, pausada, transparente, socaba los cimientos de la acomodada localidad mintiendo y controlando. Dice que se va, pero se queda. Aparece inesperadamente en la casa del responsable de la zona cuando este y su esposa piensan que se ha ido y están riéndose de él. Asegura que tiene plaza en un avión a la mañana siguiente, pero unas horas después llama para decir que ha alquilado un piso en la ciudad y quiere como secretaria a la sirvienta de sus incómodos anfitriones, unos burgueses socialistas que defienden la economía liberal.
Porque en un plano simple, inmaterial, pero, revelador, Martial, acostado en la cama de la habitación de los invitados, ha quedado gratamente sorprendido con la presencia de Francine, la doncella de la casa, y desea que trabaje para él. Parece mentira, pero Martial Pasquier, burgués, insensible, sin aspiraciones, con pinta de no emocionarse ni inmutarse por nada, ha hallado una pequeña luz en su existencia. Algunos días. Son los que pasan juntos estos nuevos amantes de Sautet, y, como siempre en su cine, no son relaciones fáciles, ni fácil será el desenlace de las mismas. Con Sandrine Bonnaire trabajó únicamente en esta ocasión. Venía de rodar con cineastas bien distintos –Maurice Pialat, Agnès Varda, André Téchiné y Jacques Doillon– y, como Auteuil, la actriz comprendió la pausa, la distancia y el carácter esquinado de otro extraño personaje de Sautet.
Quim Casas