"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El director islandés Hlynur Pálmason compite por partida doble en la sección Zabaltegi-Tabakalera de la presente edición del Zinemaldia. Lo hace con dos propuestas, Nest y Godland, en apariencia diametralmente opuestas en cuanto a recursos y formato: el primero es un cortometraje rodado al lado de su casa con sus propios hijos, mientras que el segundo ilustra un viaje de tintes homéricos y enorme amplitud de localizaciones naturales por la vasta región suroeste de su país natal, Islandia. Pero existe un nexo común entre ambos trabajos que bien puede servir para definir la obra global de este realizador: las variaciones visuales que el director propone en torno a los espacios que rueda, y un afán por capturar el impacto del paso del tiempo sobre la naturaleza.
Es indudable la importancia y el poder que Pálmason concede a sus imágenes, que trascienden el elemento narrativo y ofrecen al espectador una sugerente experiencia inmersiva. En el cortometraje Nest opta por un plano fijo en el que se va representando a lo largo de casi dos años la construcción de una cabaña en un lugar de la costa islandesa por parte de tres niños, los hijos del director. Las estaciones se suceden y el paisaje se transforma ante nuestros ojos ofreciendo toda una paleta de cielos, fenómenos meteorológicos y tonalidades cromáticas.
“Quería que la distancia entre la idea y su ejecución fuera corta; filmar a mis propios hijos al lado de mi casa me permitía eso. También quería capturar la imagen de mis hijos en un proceso dinámico antes de que crezcan, y mostrar el paso de las estaciones. No sabíamos realmente qué podía pasar, nos permitimos jugar un poco”, explicaba el sábado pasado el director en un coloquio en Tabakalera.
Pálmason también se tomó varios años para culminar el largometraje Godland, pero en este caso el proceso creativo fue bastante más complejo. Comenzó a escribir esta película ya en el año 2013, pero las primeras fotografías que iba tomando de lo que pretendía ilustrar su película le hizo replantearse la dirección que habría de tomar. Fue a través de esas imágenes que iba recogiendo cuando todavía estaba dando forma a su historia que descubrió a Lucas, el personaje que necesitaba, un joven sacerdote danés que a finales del siglo XIX viaja a una zona remota de Islandia para construir una iglesia y fotografiar a sus habitantes. Este mismo personaje se convertía así en alguien con deseos de registrar una realidad, emulando la manera en que el director de cine había afrontado la construcción de su película. “El verdadero detonante para mí fue que este sacerdote, en vez de afrontar su largo viaje portando una cruz, lo iba a hacer portando una cámara”, explicó Pálmason.
El periplo de Lucas (Elliott Crosset Hove), cuya propia naturaleza humana se va poniendo a prueba ante lo implacable del entorno circundante y el choque con la población local, es ilustrado por Pálmason con especial atención al poder casi hipnótico de las imágenes de la naturaleza virgen. Muchas de las mismas fueron fruto de filmaciones que el director llevó a cabo en tiempos distintos, con intervalos incluso de años, y con independencia de la narración. Para él es habitual filmar imágenes ya desde que empieza a escribir el guion, y seguir haciéndolo paralelamente. “Rodar a la vez que se va escribiendo permite descubrir más posibilidades en una película”.
Gonzalo García Chasco