La escritora y periodista Rosa Montero se reconoce emocionada de formar parte del Jurado Oficial en esta edición. Cinéfila empedernida, siente que se cierra un círculo que se abrió en los años 70, cuando algunas películas estaban proscritas y los cines eran locales llenos de humo.
Cubrió el Zinemaldia en su juventud como periodista, décadas después vuelve como jurado. La vida tiene estos giros cinematográficos.
Tenía unos veinte años y vine a cubrir tres o cuatro festivales para Fotogramas. La revista era entonces semanal y era una publicación super importante. Es emocionante para mí, la verdad. Además, eran unas semanas extraordinarias. Eran los años 70 y todo era muy trepidante. Entre el trabajo y la pasión, eran unas semanas extraordinarias. El Festival sigue siendo igual de glamouroso. Es más elegante, porque entonces tenía un poco de la caspa franquista.
Quizá sea pronto para comentarlo, pero, ¿podría contarnos cómo está siendo su labor?
Son 17 películas y (ayer) empezamos con la primera. De entrada, como en el Festival ya llevan 70 años haciéndolo, son muy listos y en el programa están acordadas aparte de la deliberación final otras dos deliberaciones. Yo ya he estado de jurado en los festivales de Málaga y Valladolid y sé que cuando ves muchas películas las últimas están favorecidas porque realmente van taponando a las anteriores. Entonces, para ir fijándolas, aparte de esas deliberaciones ya acordamos que tendríamos que hablar bastante, porque eso fija lo que sientes acerca de las películas; no es lo mismosi las conversas que si las dejas ahí sepultadas. No nos conocíamos antes pero creo que vamos a ser muy distintos y que va a ser muy divertido ya que hay muy buen ambiente entre los miembros del jurado.
Suele comentar que la realidad no es de fiar, pero el arte, sí. ¿Lo piensa también sobre el mundo del cine?
Totalmente. A mí me ha gustado muchísimo el cine, de siempre. Es una de las grandes artes, es fascinante. Además, yo vengo de una generación que éramos mucho más cinéfilos que ahora. Algunos de los miembros del jurado más jóvenes están diciendo que nunca han visto 17 películas en seis días (nosotros tenemos que verlas en menos tiempo), y yo les digo que lo he hecho miles de veces. Porque en la época del franquismo películas como El último tango en Paris o La naranja mecánica estaban prohibidas; entonces, en lugares como Pau o Perpiñán se hacían maratones de cine y yo acudí a varias. Iba los fines de semana y en dos días te veías 10 o 12 películas, con los ojos enrojecidos y feliz.
¿Es de las que vuelve una y otra vez a un film?
No soy muy de repetir, en nada, ni en literatura ni en cine, porque siempre tengo la ansiedad por ver cosas nuevas. Pero alguna sí, por ejemplo, cuando hace unos meses vi una exposición sobre Stanley Kubrick en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, después me vi, a propósito, Barry Lyndon, que sigue siendo extraordinaria. Pero no es lo habitual.
¿Cuál es su favorita?
Mi película favorita es El apartamento, de Billy Wilder. Me parece tan trágica y contada de una manera tan… Ríes y lloras, es una maravilla. ¡Y qué protagonistas! Me gusta todo. Es perfecta.
En su último libro, “El peligro de estar cuerda”, defiende la idea de que todos somos raros y de que no encajamos en lo “normal”. ¿Hasta qué punto diría que el cine potencia esta idea?
Depende. Hay películas tremendamente convencionales y lerdas, pero como decía Pessoa: “La existencia misma de la literatura es la prueba inequívoca de que la vida no basta”. Donde pone literatura pon arte en general, o cine. Es una de las vías de búsqueda de la belleza y del sentido del mundo, que no tiene ninguno. Me gusta la gente que intenta buscar una voz, creo que es lo que tenemos que hacer todos. Pero que sea auténtica. Impostar es lo peor, es lo que más detesto. Sobre todo cuando la persona que miente es alguien dotado, que ves que tiene creatividad pero que la usa para hacer porquerías mentirosas, para impresionar, para quedar bien. Me indigna.
Irene Elorza Gereño.