"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
David Bowie expresó en más de una ocasión el estupor que le causaba el calificativo de camaleón que se le aplicó hasta la saciedad y el hartazgo. Como él decía, el ‘camaleón’ adapta su aspecto al entorno que encuentra en cada momento, para pasar desapercibido, y Bowie hacía exactamente lo contrario, llegaba cada vez con una nueva estética, y bien fundamentada, para transformar todo lo que le rodeaba. ¿Cambiante y explorador de nuevos mundos sin descanso? Eso sí. Por eso en la aproximación a Bowie resulta más adecuada la idea de viaje, station to station, por ese cosmos que con tanta frecuencia inspiró sus canciones, como propone Moonage Daydream, un documental que no se pliega a las convenciones del recorrido biográfico con entrevistas y documentos, y que sin embargo cumple como pocos la intención del género: entrar de lleno en la esencia y en las consecuencias universales de un gran artista total.
Inspirado por la odisea espacial del Major Tom y el carácter alienígena de Ziggy Stardust como estrella del rock, el director Brett Morgen hace volar la imaginación y los sentimientos de un espectador que se ve envuelto, zarandeado e inspirado por el pensamiento de David Bowie, y no solo por su obra. Son las frases extraídas de declaraciones y la expresión personal de sus indagaciones, dudas y reflexiones lo que conduce la nave. Un Bowie en permanente reinicio de sus formas artísticas y su estética, de valiente entrega a los cambios bruscos de dirección siempre para dar con un rumbo inédito y un destino deslumbrante.
Una obra tan difícil de abarcar, con tantas disciplinas y estilos mezclados, queda perfectamente definida, pero de forma abierta, con ese dejarse llevar. A lo largo de 135 minutos de metraje que te dejan con ganas de más, porque Bowie es inagotable y el viaje resulta apasionante, y a partir de la adecuada “Hallo Spaceboy”, el director Brett Morgen disemina canciones (muchísimas, las conocidas, las significativas y también otras menos previsibles), pensamientos de Bowie expresados en entrevistas o escritos, imágenes de conciertos, videoclips y películas, y algunas declaraciones ajenas con un montaje fluido en un continuum de colores psicodélicos, borbotones creativos y las preguntas que se hacía Bowie, las más esenciales: por qué estamos aquí, la relación con el cosmos, el impulso artístico como latido vital. Y todo presentado de una manera imaginativa, sin recurrir exactamente al orden cronológico o al recorrido disco por disco, pero anclando con claridad las diferentes fases y los muchos aspectos de la vida y obra de David Bowie, con un lenguaje cómplice con el experto o el fan de toda la vida, pero también atractivo y con capacidad de gancho para nuevas generaciones o quienes se aproximan de forma casual.
“David vino a mí cuando tenía 11 o 12 años y me dijo que estaba bien ser como soy”, declaraba Brett Morgen en el Festival de Cannes, donde tuvo lugar el estreno mundial del film que ahora clausura Perlak en San Sebastián. Aunque esa evocación fuera metafórica, tuvo un efecto muy real en la vida de tantos adolescente y jóvenes desde los años 60. Y el efecto permanece. Bowie revolucionó la música, la estética del rock y todo el cosmos musical desde el underground a la fama, de la experimentación al puro pop, pero también demostró que las identidades pueden ser muchas, y todas válidas, y que cada uno debe luchar por la suya. Si quiere, y como quiera. Moonage Daydream es un viaje, una alucinación, un sueño, una aparición divina.
Ricardo Aldarondo