"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El primer largometraje de María Elorza (Vitoria-Gasteiz, 1988), A los libros y a las mujeres canto, es una oda a los libros, ni más ni menos. Un collage muy personal que se estrena hoy en el K2 a las 18.45h y donde la cineasta admite que se va a sentir muy arropada, por estar en casa, pero también muy expuesta, por el carácter tan íntimo del largometraje. Además, parte la película está narrada en italiano porque “como la película habla de la literatura y la lengua tiene que ver con la literatura, me apetecía que hubiera variedad, que fuese intercultural, universal, para cualquier espectador”.
No es la primera vez que visita el Festival. ¿Qué ha cambiado?
Mi corto Gure hormek (2016) participó en Zabaltegi-Tabakalera. Era uno de mis primeros cortos, por lo que estar en el Festival fue una gran oportunidad. Lo viví con la ilusión característica de los comienzos. Tengo un recuerdo de mucha fascinación y felicidad. Ahora, con el largo, tengo más experiencia a mis espaldas y me siento mucho más cómoda en el Festival, ya sé cómo funciona todo.
Pero no habrá sido un camino de rosas, ¿o sí?
Este largo lo he hecho con el mismo equipo y productora de mis cortos anteriores, por eso el salto ha sido muy natural. Además, la metodología ha sido muy parecida a la de los cortos y, aunque se trate de un largo, he trabajado con mucha libertad. Lo que cambian son los procesos, que duran mucho más, y el volumen de trabajo, que es mayor. He estado involucrada en este proyecto desde 2018, cuando empecé a grabar las primeras imágenes. Ha sido un gran desafío estar tanto tiempo inmersa en la película, exige mucho de ti a nivel emocional.
La película puede ser una delicia para todos los aficionados a la lectura.
Yo trabajo muchas veces con temas literarios, es algo que me apasiona y siempre me ha interesado; cuando trabajo en un proyecto leo muchísimo. El punto de partido anecdótico de la película es un accidente que tuvo mi madre en casa: se le cayó la estantería encima. ¡Los libros de su estantería casi la matan! De hecho, así comienza precisamente el film. De ahí, reflexioné sobre el papel que tiene la literatura en la vida cotidiana, en la vida íntima; el papel que tienen los libros dentro de la casa. Es un poco lo que me despertó las ganas de filmar.
Y para unir esas reflexiones literarias hay una gran selección de imágenes personales, de otras películas, de archivo…
Ha sido un trabajo muy de artesanía, suelo decir, un trabajo hecho con las manos en el sentido de que he ido montando una cosa con otra, haciendo pruebas una y otra vez, recolocando, remezclando… El grueso del trabajo está en el montaje. Primero grabé las entrevistas con cuatro mujeres que conozco desde la infancia y que tienen mucho apego a sus librerías y, a partir de lo que me contaban y de lo que esto me sugería, me sumergí en archivos fílmicos y también me fui con la cámara a los distintos sitios que me evocaban los relatos de estas mujeres para filmar mis propias reflexiones.
Esos relatos son muy íntimos, pero se muestran de una manera muy natural. ¿Cuál es la clave para conseguirlo?
Yo quería que en esas entrevistas hubiera un ambiente de intimidad, las circunstancias lo exigían. Era importante la frescura y por eso intentaba siempre pillarlas por sorpresa y que las reacciones fuesen genuinas; si las preparaba o les avisaba de antemano de qué íbamos a hablar, se perdía esa espontaneidad. Cuando se han visto en la película se han sentido reconocidas y se han reído. Espero que el público también se ría y disfrute de la película.
Iratxe Martínez