"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
No tenía muy buen recuerdo Sautet de Armas para el Caribe (1965), su segundo largometraje y, como el primero, A todo riesgo (1960), encuadrado en el género policiaco. Pero si en aquella adaptación de un texto de José Giovanni empleó los recursos del polar urbano, en esta traslación a la pantalla de una novela del estadounidense Charles Williams prefirió los espacios abiertos del mar y los escenarios tropicales de una isla antillana donde se habla español, ya que el rodaje del film se hizo esencialmente en Huelva y Almería, con fugas a localizaciones de Niza. No es de extrañar, teniendo en cuenta que Williams, un escritor hard boiled pulp sin el prestigio de Jim Thompson, Ross Macdonald y otros expertos de la novela negra más áspera y dura, es el autor de relatos criminales con fondo marino como “El arrecife del escorpión” y, sobre todo, “Calma total”, llevada al cine en 1989 con una entonces desconocida Nicole Kidman como protagonista. Williams no solo es el autor de la novela que sirve de base a Armas para el Caribe, sino que participó también en la fase de escritura del guion.
Sautet se reencontraba con Lino Ventura, su antihéroe nihilista de A todo riesgo, y lo convertía en un personaje algo veleta superado por adversidades de todo tipo. Ventura encarna al capitán Jacques Cournout, una especie de aventurero siempre disponible, sin aparente lugar estable en el que vivir ni pareja o familia conocida, que es contratado por una empresa para comprar una pequeña embarcación. Pronto descubre que le han engañado, que todo se trataba de una fachada para robar el pequeño velero y realizar tráfico de armas, pero la propietaria de la embarcación, Rae Osborne (Sylva Koscina), que llega a la isla sin despeinarse, y así estará durante todo el metraje pese a las peripecias, inclemencias y peligros experimentados, desea recuperar el barco.
La primera parte del film es más estática, punteada por una banda sonora jazzística elaborada por el productor Eddie Barclay y el pianista y compositor Michel Colombier, de regios contrabajos hasta que la búsqueda desde el aire de la embarcación perdida, varada en un banco de arena en el mar, aparece teñida de trompetas melancólicas.
El espectador hallará al principio ecos de Tener y no tener (1944), y de hecho el director de esta película con Humphrey Bogart y Lauren Bacall ambientada en una isla de la Martinica, Howard Hawks, fue uno de los referentes del cine de Hollywood para Sautet. Cournout habla al principio del film de su trabajo anterior en un astillero en Puerto Príncipe, y hay referencias a otros paisajes haitianos, aunque es más un desarraigado que un disidente. Después, cuando la acción se instala en la embarcación varada y en un islote cercano, la acción se focaliza en el enfrentamiento entre Courbout y el jefe de la banda de traficantes a quien da vida Leo Gordon, un actor estadounidense de la vieja escuela, malcarado e hirsuto, de semblante brusco y ademanes violentos, que había cautivado a Sautet viéndolo en producciones norteamericanas de serie B como El jugador (Allan Dwan, 1955), Una pistola al amanecer (Jacques Tourneur, 1956), Baby Face Nelson (Don Siegel, 1957) –donde incorporó a John Dillinger, el enemigo público número uno–, Tarzán en la India (John Guillermin, 1962) y El palacio de los espíritus (Roger Corman, 1963).
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