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Fiel a sus valores ecologistas, el director francés Thomas Salvador llegó ayer a Donostia desde Italia tras hacer el trayecto completo en tren, primero de Roma a París, luego de París a Hendaya. La Montagne, su segundo largometraje, a competición en la sección Zabaltegi-Tabakalera, tiene mucho que ver con esos principios. La película muestra la transformación personal de un hombre con una vida aparentemente cómoda, estable y satisfactoria que decide irse un tiempo a practicar alpinismo en Los Alpes. Ello le conducirá a experimentar una especie de renacimiento, sugerido explícitamente en una poderosa imagen del film. “Lo cierto es que no fue algo premeditado, me di cuenta de esa evocación al parto una vez había rodado ya la escena”, indica Salvador.
“Pero sí, estamos ante una persona que tiene que renacer para reencontrase con su yo primitivo. Lo vemos huir de algo, pero no sabemos de qué. Tampoco él lo sabe, pero necesita cambiar, sin saber por qué ni cómo. Reaprender a gestionar su tiempo de una manera diferente. Su visión del mundo va cambiando progresivamente, paso a paso”.
En La Montagne asistimos a un proceso de transformación individual, “pero atiende a una necesidad colectiva”, añade Salvador. No es casual que la profesión del personaje tenga que ver con la robótica (“hay mucho de deshumanizador en cómo se está empleando la tecnología”, piensa el director francés), o que haya un par de alusiones breves, pero significativas, al calentamiento global: “Aquí no se trata sólo de una cuestión individual, está dentro de un contexto. El personaje huye de la ciudad, pero la propia montaña se está también derrumbando fruto del calentamiento global. El personaje busca su refugio, y este refugio también está en peligro. El cambio climático es crucial en la película”.
En un momento dado, el film incorpora un elemento fantástico (ya presente también en el primer largo de Salvador, Vincent, presentado en New Directors en 2015): la propia montaña alberga vida, una suerte de corazón, que marca su transformación definitiva, la toma de conciencia de un personaje hasta ese punto movido por impulsos.
“El recurso a lo fantástico me resultaba muy útil porque este personaje está descubriendo algo que los demás no experimentan. Ve cosas que otros no ven. La idea de lo inédito está presente en lo fantástico. Es una película casi sin diálogos, no quería explicar con palabras todo el proceso psicológico del personaje. Con el elemento fantástico suplía esto, es una forma de que la gente entienda su cambio”.
La fascinación por el alpinismo viene de lejos para Salvador, quien de joven quiso ser guía de montaña y ya conocía las localizaciones empleadas en su película. Pero no volvía allí desde hacía 30 años. Por eso, también el proceso creativo de la película ha tenido mucho de descubrimiento. “Contaba con una estructura muy definida en cuanto a guion; en cambio, las localizaciones, los encuadres, qué capturar, lo fuimos descubriendo una vez que estábamos rodando en Los Alpes”.
Gonzalo García Chasco