"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La hermosa princesita del reino (imaginario, lubitschiano) de Monte Marino esta triste, tristísima, y hay que hacer algo para devolverle la sonrisa (cambien princesa por príncipe y tendrán una premisa pintiparada a la de Saya-zamurai, de Hitoshi Matsumoto). Menos mal que existe París, que todo lo arregla. Y a la Ville Lumière se desplaza una delegación montemarina con la expeditiva misión de secuestrar a un puñadito de artistas del music hall para que actúen ante la melancólica heredera del trono y la hagan reír. Cinco serán las víctimas del rapto colectivo. Cuatro son estrellas populares: el gran chansonnier Henri Salvador, el actor Jimmy Gaillard, la dicharachera cantante y bailarina Annie Cordy y el cómico Christian Duvaleix, a quien vemos en el escenario hacer él solito, con un piano, lo que Chaplin y Keaton hacían juntos en Candilejas; el quinto (Jean Carmet) está allí accidentalmente por una confusión.
Ya en Monte Marino, los enredos se encadenan y precipitan a la velocidad del rayo y bajo la consigna del disparate: Bonjour sourire! (1956) es toda ella excentricidad, histeria, crispación, griterío y gesticulación paroxística. Los cinco secuestrados hacen el payaso de manera harto exagerada (que no deja de tener a ratos su gracia: Henri Salvador dialogando con el hombre invisible está divertidísimo), pero no están solos, tienen un duro rival en el reparto: Louis de Funès, todavía no encumbrado pero ya un manojo de tics y muecas, con una capacidad extraordinaria para robar el protagonismo a quien en teoría le corresponde, verbigracia la escena de la boda, hacia el final, y su progresiva exhibición de nervios incontrolables ante el tartamudeo del maestro de la ceremonia: los dos comparten el mismo plano, pero es el que no habla (De Funès) quien acaba imponiendo la hilaridad.
Urge señalar que tanto De Funès como Carmet y Duvaleix formaron parte del grupo teatral Les Branquignols, creado por Robert Dhéry y su esposa Colette Brosset, y que precisamente el tentacular Robert Dhéry (actor, guionista, director: ¿recuerdan aquella joyita de cine de barrio titulada Busquen al 202?) figura en los títulos de crédito como supervisor artístico: todo encaja, todo remite al burlesque más acendradamente francés. En un papel menor, también corre por ahí, casi debutante, otro distinguido actor galo, Darry Cowl, que interpreta al médico. Y en la adaptación del guion de Pierre Tarcali figura Yves Robert, otro nombre esencial de nuestro país vecino como actor, guionista, productor y director (del mismo De Funès en Visto y no visto, de Pierre Richard en El gran rubio con un zapato negro y secuela, y de la popularísima La guerra de los botones). Muy francés todo, sí, pero con sus correspondientes parentescos al otro lado del charco: analizando el ADN de la película hallaremos trazas, por lo menos en un cincuenta por ciento del metraje, de las bufonadas y el humor troglodita y dislocado de The Three Stooges (sin ir más lejos, la sesión de slapstick que nos dispensa este quinteto de la muerte en las escenas en que van vestidos con ridículos pijamas a rayas es digna de los inefables Moe, Larry y Curly). Otrosí: el frenético tramo final con lanzamiento de tartas¡ de nata y persecuciones aceleradas ostenta un inequívoco sabor sennettiano.
Ahora supongamos que este delirio from another planet lo rodó Claude Sautet. No: imposible. Sí: posible si prestamos atención a los créditos, que llevan su firma como director. Sautet, el Sautet de verdad, está claro que no empieza aquí.
Jordi Battle Caminal