Ayer, Zabaltegi-Tabakalera se despidió de las sesiones con coloquios y presencia de directores con la proyección de no una, sino tres películas. Heltzear del donostiarra Mikel Gurrea, Le Cormoran de la franco-italiana Lubna Playoust, también intérprete en su cortometraje, y Les Filles du feu, de la catalana Laura Rius Aran. Las dos últimas fueron, además, estrenos mundiales. Hablamos con Gurrea y Rius Aran sobre de dónde surgen las películas y óomo afrontan sus personajes la superación de los conflictos que los rodean. “’Heltzear’ significa ‘apunto de llegar’ o de ‘agarrar’ o de ‘madurar’. De alguna forma, la protagonista está a punto de estas tres cosas y quizá el contexto también lo esté”. El contexto, en ese caso, es el San Sebastián de los dosmiles. “El proyecto nace con el deseo de jugar cinematográficamente con tres capas de mi biografía. Las vivencias de la película no son las mías, pero tienen un origen propio: la adolescencia como cambio paradigmático y universal, la escalada deportiva –Gurrea estuvo totalmente volcado a este deporte de los quince a los dieciocho años– y el conflicto vasco en esos años”.
La película trabaja los tres elementos con gran sutileza y la escalada coge una dimensión metafórica más allá de la superación personal: “La amplitud metafórica que pueden tener esos elementos me sale de una cierta necesidad de entregárselas a los espectadores y que sean ellos quienes coloquen los significados. Eso puede ser una postura ideológica, política”.
El caso de Laura Rius Aran parte, aparentemente, de un lugar menos autobiográfico: “Estaba en una cena y conocí a una chica –Magdalena, protagonista de Les Filles du feu– que me contó una historia personal
que me transmitió mucha melancolía”. La historia es tal cual la que retrata su mediometraje: un grupo de amigas que diez años atrás vivieron como se quemaba la casa de playa de Magdalena, donde habían ido de vacaciones. “La imagen de la casa frente el mar en llamas es lo que me impactó en ese momento y me llevó a querer hacer la película”. Es inevitable pensar en el final de Las amigas de Agata (2015), la película catalana revelación que Laura Rius Aran codirigió como proyecto de Universitat Pompeu Fabra, cuando el grupo de amigas se van a la segunda residencia de una de ellas. “Nunca pretendí hacer una continuación, pero es cierto que, sin querer, tiene muchísimos puntos en común. Es una historia sobre la amistad”. Una amistad que se reconstruye en el film, como si se tratara de una terapia colectiva. “La
forma que toma la película es porque realmente las visité por separado, antes del reencuentro de todas ellas”, nos cuenta Rius Aran, cuando habla sobre la estructura del film, en dos partes: una de entrevistas,
la otra, sobre la visita a ese lugar del pasado que unió a las protagonistas del film, filmada a modo de registro documental.
En cambio, Mikel Gurrea ya conocía a Haizea Oses, la magnética protagonista de Heltzear, cuando investigó y filmó grupos de escaladores del País Vasco para un proyecto futuro. Durante ese proceso, en Aretxabaleta, encontraron a una niña de doce años que “tenía algo muy especial. La relación que tenía con la cámara trascendía la fotogenia, como algo alquímico”. Tres años más tarde, cuando buscaban a la adolescente para este cortometraje, volvieron a Oses. “Eso que ya vimos en ella, la mirada, estaba aún más amplificado”.
La variedad de la que presume Zabaltegi se confirma en esta última sesión. Dos cortometrajes y un mediometraje que muestran las relaciones, el paso de tiempo y el crecimiento de formas muy distintas, pero que comparten una marcada voluntad de sutileza. “Cuando nos enfrentamos a nuestras primeras pelis es muy común que vayamos a ese momento de crecimiento”, confirma Gurrea.
Marc Barceló