La directora Maite Alberdi tiene una larga relación con el festival. Estuvo en el Foro de Coproducción en 2017 con El agente topo, documental que estrenó en 2020 en Sundance: nominado al Oscar, al Goya y ganador del Premio del Público Ciudad de Donostia/San Sebastián a la mejor película europea.
Ahora vuelve al Festival como miembro del jurado de Sección Oficial, una oportunidad de vivirlo desde dentro “pero sin los nervios que sientes cuando presentas una película”.
Tiene una larga trayectoria en el documental. ¿Cómo ha afectado la pandemia a los documentalistas?
Nos ha afectado como a todos, sobre todo en el ritmo de trabajo de los rodajes, en el sentido de que hay que aplicar protocolos, hay que hacer test en el set, llevar mascarilla… Pero, además, en el documental uno va a meterse en casa de personas. Es muy complicado llevar a cabo muchos procesos de filmación, de investigar sobre el terreno saliendo a la calle…
¿Por qué la enamoraron los documentales?
Yo siento que la realidad es más insólita que cualquier historia que puedas escribir. Hay historias en la vida real que, si las escribieras como ficción, necesitarías justificarlas demasiado, como si fuera imposible que eso pasara de verdad. Y la vida está llena de historias imposibles. El desafío es encontrarlas y después narrarlas. Además, los documentales te hacen reflexionar de una manera más profunda sobre el mundo que nos rodea. Hay una conexión y un aprendizaje del entorno muy importante. Los documentales te invitan al diálogo, a la tolerancia, a la comprensión de historias íntimas a las que no tenemos acceso en lo cotidiano.
¿Y cuál sería su amor platónico documental?
Hay muchísimos temas que para mí son un amor platónico. Me encantaría hacer un documental de fútbol, y no creo que lo haga nunca. También me encantaría rodar sobre el autor francés Carrère. El documental es una forma de meterme en mundos en los que no me metería sin la excusa de la cámara.
¿Cómo es el día a día de un jurado?
Ser jurado es encerrarse a ver películas, que es lo que siempre he querido hacer en mi vida, pero para lo que nunca tienes tiempo. Además, la gracia de la Sección Oficial es que tiene una selección muy variada, sobre todo en términos de público, porque hay películas para todos los gustos; en ese sentido es una sección que está muy bien programada, con diferencias de género, estilo, con grandes directores y cada uno con su propia voz. Como jurado eso es muy interesante, porque ves cinematografías completamente distintas. Cuando tratas de hacer maratones de películas en casa, generalmente tiendes a ver lo mismo, por lo que como jurado del Festival vives experiencias nuevas con cada film.
¿Hay alguna tendencia en los largometrajes seleccionados?
La gracia es que hay diferencias bastante radicales entre las historias. Temáticamente hay muchas películas que de una u otra forma hablan de opresiones sociales o del sistema, de cómo escapar de un sistema opresor, patriarcal, capitalista… Hablan de ello de diferente manera, con historias completamente distintas.
¿Tienen un criterio conjunto como jurado?
Cada miembro del jurado tiene sus propios criterios, pero entre todos vamos definiendo también unas pautas comunes, siempre respetando la opinión de todos. Nos escuchamos mucho y todos estamos dispuestos a cambiar de percepción. En ese sentido el diálogo es muy enriquecedor, porque la magia de las películas es que pueden cambiar tu percepción sobre ellas después de discutirlas o conversar sobre ellas. Es interesante descubrir cómo uno mira la obra desde otro punto de vista después del diálogo. Los festivales tienen eso: te regalan la posibilidad de hablar de cine. En un año en el que tuvimos muchos encuentros o proyecciones online, hay que seguir defendiendo el Festival presencial, porque te regala la oportunidad de hablar y pensar de cine.
Iratxe Martínez