"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Hablamos con Kyoshi Sugita y Chika Araki, director y actriz respectivamente de Haruhara-san’s Recorder, galardonada con el Grand Prix y el premio del público en el último FIDMarseille, un año en que el presidente del jurado fue el director filipino Lav Diaz. El cuarto largometraje de este director japonés –admirador de Paul Verhoeven, Víctor Erice y Hou Hsiaohsien– retrata el mundo interior de Sachi, una joven que pasa por una época triste, y regala al espectador un viaje poético sobre la pérdida y el aislamiento.
En la película los personajes llevan mascarilla en muchas escenas. ¿Cómo decidieron integrar la pandemia?
Kyoshi Sugita: Mi manera de trabajar es al estilo guerrilla. Me adapto a cómo están las ciudades y así me gusta reflejarlo en las películas. Durante la pandemia perdí a varias personas muy cercanas. Esta experiencia vivida también quería que estuviera presente en el film.
La casa que alquila la protagonista es un elemento muy importante: el antiguo propietario, los objetos que contiene… incluso muchos planos retratan la casa sin presencia humana.
K.S: Nos ayudó la forma en la que Iioka Yukiko, directora de fotografía de la película, considera los objetos, montañas, personas… todo por igual. No hicimos distinción… la casa, pues, la trabajamos como un ser vivo a nivel visual.
¿Cómo construyeron el personaje de Sachi, su tristeza? Parece que rehúye el protagonismo que ha de tener.
Chika Araki: Yo no quería plasmar la tristeza del personaje. Me metí en el guion de Sugita y lo integré. La tristeza ya está ahí, en el guion, así que mi manera de actuarla fue intentar esconderla.
K.S: La forma en la que Araki tenía que actuar era evitando plasmar emociones: interiorizó la tristeza y a partir de ahí, solo tenía que ‘estar’. No es un film psicológico.
El espectador recibe poca información sobre la vida de los personajes y menos aún de la chica misteriosa que aparece en algunas escenas.
K.S: Yo, por ejemplo, no conozco casi a mis padres. Cada persona tiene sus secretos, lo que no contamos a nadie. En el guion, ni yo intenté entender a los personajes al cien por cien. Los traté como a una persona más, con su misterio y sus propios secretos. Por esta razón, quise respetar el silencio de la ‘chica misteriosa’.
C.A: Lo que yo sabía es que esa chica había sido pareja de mi personaje, sin conocer los motivos de su desaparición. Yo actué pensando en el sentimiento de cercanía que tenía con esa persona. Solo con el sentimiento.
Sachi, en una escena, intenta guiar a una chica que no encuentra una dirección. Parece una metáfora de cómo de perdidos están los personajes.
K.S: La mayoría de personas de este mundo estamos perdidas, no sabemos a dónde vamos. Aunque lo escondemos detrás de corazas.
¿Por qué escogió a Chika Araki para interpretar al personaje tan peculiar de Sachi?
K.S: No hicimos casting. Todos los actores son conocidos míos y los fui a buscar personalmente. Chika Araki había tenido un accidente muy fuerte. Cuando la fui a ver, aún teniendo la barbilla muy inflada y en una dura recuperación, le vi los ojos muy brillantes y la mirada sonriente. Esto me cautivó. Le prometí que cuando se recuperara saldría en mi próxima película. Así empieza el proyecto. Nunca pensamos que esa promesa nos llevaría a San Sebastián.
Marc Barceló