"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Suele asociarse el ímpetu con la juventud. La edad pre adulta como ese terreno fértil para la experimentación. Y Aunque estos estereotipos encasillen, muchas veces de forma errónea, atributos a rangos etarios, lo cierto es que existe una liviandad en el obrar juvenil que da lugar a la más amplia libertad creativa. Así bien, bajo esta premisa, las obras hechas por estudiantes de cine deberían transmitir este impulso avasallador, siempre que coincidamos en que las instituciones educativas amplían el horizonte de conocimiento de sus estudiantes, algo que, lamentablemente, no necesariamente ocurre en el sistema actual. Pero esa es, por supuesto, discusión de otra plaza.
Hoy, como parte de la sesión de Nest, ese terreno es felizmente habitado por dos propuestas que muestran, desde orillas distintas, aproximaciones al cine que vale la pena mencionar. Es el caso de Ob Scena, de la argentina Paloma Orlandini Castro, y Podul de piatrâ / Pont de pedra del español Artur-Pol Camprubí. Trabajos que se ubican en los márgenes formales y ponen en cuestión la idea que el espectador común puede tener de lo que es el cine documental. El cortometraje de Orlandini Castro es un aparato de recursos que van –solo por citar algunos de ellos– del dibujo lineal a mano alzada, el collage de grabados anatómicos y la autorepresentación, al testimonio sonoro de la propia autora, para establecer un recorrido vital por su identidad sexual. La autobiografía, que apunta a la memoria llena de complejidades de la autora, se construye desde referencias y la reutilización de elementos audiovisuales preexistentes, dejando ver el proceso detrás de la elaboración de los mismos y sus fuentes.
En Podul de piatrâ / Pont de pedra, por otro lado, el autor se acerca con delicadeza al retrato de un personaje femenino. La dibuja desde sus sombras, a modo de claroscuro que, en sentido concreto y figurado, muestra la alteración emocional que ella padece. El autor decide narrar desde símbolos una obra documental que, sin embargo, toma licencias de la ficción para reforzar ciertas ideas: el límite o la frontera como estado permanente, la desconexión, el desarraigo y el anhelo.
Ambas películas ponen en primera línea la presencia del espacio transgredido: una desde el cuerpo, la otra desde el espíritu. Para llegar ahí, se valen de elementos que recogen, con sutileza o arrebato, del lenguaje cinematográfico, la plástica, la fotografía y la performance. Dos obras disimiles entre sí que, no obstante, comparten un interés común por habitar en los márgenes.
Efraín Bedoya Schwartz