"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La temporada cinematográfica lo ha dejado todo dispuesto para una afirmación: Ryūsuke Hamaguchi quizá sea el cineasta más estimulante de la actualidad. En 2021, el director japonés ha estrenado dos de las mejores películas del año: el film por episodios Wheel of Fortune and Fantasy y Drive My Car, que rehúye la naturaleza minimalista del relato breve de Murakami en que se basa para desparramarse a lo largo de tres horas. De las dos se desprende el gusto por la palabra y una mirada singular sobre el complejo universo de los afectos.
En el cine de Hamaguchi siempre se producen situaciones incómodas, extrañas, que desplazan a los personajes y desencajar el relato. En Asako I&II, su anterior película, se trataba de la desaparición del novio de la protagonista y el siguiente encuentro con un chico exactamente igual que el ex. En Drive My Car es el momento en que Yusuke, un director de teatro, descubre a su mujer con otro o el reencuentro con el amante de ella en los ensayos de la adaptación de “Tío Vanya” que Yusuke prepara. Cada uno de los episodios de Wheel of Fortune and Fantasy gira alrededor de hechos así: encuentros o conversaciones insólitas que redefinen las relaciones y nuestra percepción de lo que estamos viendo. En su capacidad para llevar de forma grácil sus películas a lugares inesperados –algo infrecuente en un cine actual que parece habitar lo previsible–, Hamaguchi logra explorar en las profundidades de ese misterio qué son las relaciones humanas. En Drive My Car, a partir del vínculo de convivencia entre el director teatral y la chófer que le lleva a todas partes, ahonda por ejemplo en las huellas que los muertos van dejando en los vivos.
Drive My Car se define por los vaivenes de estos dos personajes, que se desplazan por Hiroshima en su coche rojo; pero también por la palabra, sobre todo la del texto de Chéjov que Yusuke está tratando de poner en escena. Aunque Hamaguchi siempre ha realzado la importancia que tuvo para él ver Husbands de Cassavetes a los veinte años; su búsqueda en los procesos del teatro y de la improvisación a veces parece encontrarse con el de Jacques Rivette.
El lenguaje resulta así no solo una herramienta, sino un tema en si mismo. El montaje de “Tío Vanya” de Yusuke cuenta con una troupe en la que el japonés convive con el coreano, el inglés o, incluso, el lenguaje de los signos. En el primer capítulo de The Wheel of Fortune and Fantasy, de nuevo encontramos el coche y la palabra: en un taxi, una amiga le cuenta a otra sobre su nuevo novio. Las frases percuten en la que escucha hasta convencerla, en silencio, de ir a visitar a su ex, removida por lo que ha sentido en el asiento trasero del coche. En el segundo episodio, una estudiante se encierra en el despacho de un profesor y novelista para llevar a cabo un perverso plan de venganza, pero al final todo termina girando de nuevo en torno a la palabra: la lectura, fascinante e incómoda, de una obra de él. El texto resulta tan perturbador que, como las lecturas del texto de Chéjov, va haciendo mella y lo remueve todo. Hamaguchi crea su poética precisamente a partir de estas fricciones: de lo que se dice, se escucha y se calla, de los huecos entre líneas, que van construyendo sutilmente un misterio.
Violeta Kovacsics