"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Céline Sciamma es una presencia muy querida en el Zinemaldia. Todas las películas que ha presentado a lo largo de estos últimos años en el Festival han gozado del favor del público. Tras presentar en 2019 Retrato de una mujer en llamas, este año ha vuelto a Perlak con su última realización, Petite maman. La película va liderando, de momento, las votaciones al Premio del Público, poniendo de manifiesto esa capacidad de la cineasta francesa para conectar con las emociones más íntimas del espectador sin tener que recurrir, para ello, a golpes de efecto ni hacer concesiones. Su cine, como ella misma explica a menudo, está imbuido de un carácter no normativo que está relacionado con su condición de mujer y con su orientación sexual, y pese a esa voluntad por romper con el cliché, todas sus películas tienen una dimensión universal que las hace conectar con todo tipo de sensibilidades.
Petite maman es buena prueba de ello. La película se antoja una obra de cámara, casi una pieza de orfebrería donde, por primera vez en su carrera, Céline Sciamma se prueba en un registro próximo al cine fantástico para alumbrar, sin embargo, un film que apela a escenarios tan cotidianos como el modo en que gestionamos la pérdida de nuestros seres queridos y esos hilos invisibles que tejen las relaciones paternofiliales (maternofiliales en este caso) hasta convertirnos, inconscientemente, y mal que nos pese, en una suerte de réplica de nuestros progenitores. Todos esos temas son los que confluyen en la historia de Nelly, una niña de ocho años que, como la Alicia de Carroll, se aventura a ir al otro lado del espejo (ubicado en esta ocasión en la parte más frondosa de un pequeño bosque, en otro guiño a los cuentos tradicionales) para reencontrarse con su propia madre cuando ésta tenía su edad. Dicho encuentro no solo le devuelve una imagen de símisma en un tiempo pretérito, sino que le sirve de ayuda para entender mejor la singularidad de su mamá.
La película es un prodigio de sensibilidad donde, sin alardes y sin afanes discursivos de ningún tipo, Céline Sciamma se cuestiona conceptos como lo que significa ser mujer, la idea de maternidad, las relaciones
de pareja y la dependencia en la más amplia acepción del término. Conceptos complejos que se nos transmiten mediante imágenes sencillas, pero de gran belleza y profundidad. Una dificultad que pone en evidencia el talento y la sensibilidad de esta cineasta, uno de los grandes nombres del cine francés actual.
Jaime Iglesias