"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
The Souvenir (2019), seguramente una de las mejores películas europeas de los últimos años, confirmó el talento singular de Joanna Hogg a la vez que se atrevía a responder a algunas preguntas fundamentales: ¿Cómo enfrentarse a lo íntimo desde el cine? ¿De qué manera evitar el sentimentalismo y la autoindulgencia a la hora de filmar las emociones? En aquella película, Hogg se transmutaba en su alter ego Julie, aprendiz de cineasta y enamorada de un heroinómano, para guiarnos por un territorio sembrado de obstáculos, aquel que conducía a la protagonista desde sus primeros pinitos profesionales hasta un aprendizaje del mundo y de la vida que debía pasar forzosamente por la decepción y el desengaño para poder culminar en el acto creativo. Pues bien, a partir de ahí, The Souvenir Part II (2021) no es una simple prolongación de esta escueta trama, ni siquiera su mera continuación cronológica, sino que a todo ello se atreve a incluir un retorno y una reconsideración, como si Hogg se negara a obedecer las leyes de la secuela y se resistiera a abandonar del todo el espacio narrativo de la película anterior.
No teman, sin embargo, pues no estamos ante un film redundante o reiterativo. O sí, pero quizá porque se trata, ante todo, de la crónica de la curación y el renacimiento de una mujer, lo cual implica necesariamente una reordenación de los materiales que comparecían en la primera parte para reutilizarlos desde una perspectiva terapéutica. Ahora Julie (de nuevo la asombrosa Honor Swinton Byrne) empieza a trabajar en la industria y a preparar su primera pieza fílmica, el cortometraje que le servirá de trabajo de fin de estudios, al tiempo que intenta lidiar con el fantasma del amante muerto, reconstruir las relaciones con su familia y evitar el derrumbe emocional. Y es así como se introduce en tres niveles de una misma realidad: el pasado que describió el film anterior y al que ahora regresa para volverlo a construir de otra manera; el presente transitado por este nuevo intento y su lucha por encontrar nuevas formas; y, en fin, la ficción que ella misma inventa a partir de todo eso y que se nos da a ver al final, a modo de recreación quizá real, quizá imaginaria. Si The Souvenir Part II puede considerarse ‘cine dentro del cine’, es en ese juego donde la heroína cree avanzar y evolucionar, dejar atrás traumas y espejismos, algo que solo conseguirá en la medida en que siga profundizando en el souvenir que la marcó para siempre, en esa imagen indeleble también representada en el cuadro de Fragonard que servía de emblema a la primera parte.
Pues también la propia Joanna Hogg parece sentirse prisionera de lo que consiguió con The Souvenir, un film de perfección tan cristalina que acababa cerrándose sobre sí mismo como un broche o una concha. Y quizá por eso The Souvenir Part II sea más fragmentario, más abierto, incluso más disperso. ¿Por qué no habría de serlo, tratándose como se trata de una vertiginosa mise en abyme, de una película que nos lleva a otra, y luego a otra, con la simplicidad y la espontaneidad propias de un personaje y una cineasta que ya parecen poder enfrentarse con cierta tranquilidad tanto a la vida como al cine, esas dos formas de la ficción que con tanta frecuencia –parece pensar Hogg— vienen a ser lo mismo?
Carlos Losilla