Había mucha expectación por ver la nueva película de Claudia Llosa, directora nominada al Oscar a la mejor película extranjera por La teta asustada (2009), que llevaba siete años sin estrenar ningún largometraje, concretamente desde No llores, vuela, film protagonizado por Jennifer Connelly que supuso la primera experiencia de la cineasta peruana dirigiendo fuera de su país. Aquella primera experiencia internacional le procuró contactos con figuras como el productor Mark Johnson (responsable de títulos como Rain Man, Donnie Brasco o la serie “Breaking Bad”) que, junto a su socio Tom Williams, aceptó el reto de financiar Distancia de rescate, film que ha supuesto el regreso de Llosa a la dirección cinematográfica y con el que, por primera vez, participa en la Sección Oficial del Zinemaldia. Johnson fue muy preciso a la hora de explicar el potencial que vio en el guion escrito conjuntamente por la directora y la escritora argentina Samantha Schewblin a partir de la novela original de ésta última: “Conocía las películas anteriores de Claudia y me interesaba mucho esa cosmología que ella desarrolla en sus trabajos. Se trata de historias muy apegadas a la tierra, y la novela de Samantha Schewblin justamente habla de cómo hemos puesto en peligro la tierra y de cómo ahora el planeta se defiende actuando contra nosotros”.
A pesar de estar íntimamente conectado con las tres películas anteriores de su directora, Distancia de rescate es un film donde Claudia Llosa flirtea, por primera vez en su carrera, con los códigos de representación del cine de género, concretamente con el terror y el suspense. No obstante, la directora peruana reconoció que “no quise anclarme demasiado en el género poque me interesaba que la historia se desarrollase a partir de la psicología de los personajes, y no apelando a un agente perturbador que viene de fuera como suele ocurrir en las narraciones clásicas de terror. Digamos, en todo caso, que Distancia de rescate es una película que roza el cine de género sin entrar en él de lleno”. Quizá por eso, al ser preguntada sobre si su último largometraje podría ser adjetivado como un film de horror con elementos sobrenaturales, Claudia Llosa especifica que “para mí esta película habla de los horrores de la vida cotidiana”.
Maternidad y terror
La película cuenta la historia de Amanda, una joven interpretada por María Valverde que llega con su hija a un remoto pueblo de Latinoamérica para pasar las vacaciones. Allí trabará amistad con Carola (Dolores Fonzi), una madre que ve a su propio hijo, David, como una amenaza y recela de su conducta. Mientras asistimos a esta historia, estructurada a modo de flashbacks, un inquietante diálogo susurrado en off, desarrollado en tiempo presente, entre Amanda y David nos pone en alerta sobre un peligro que no sabemos de donde va a venir ni como va a materializarse. Samantha Schewblin, autora de la novela en la que se inspira la película y coguionista de la misma, dijo que “esa voz en off constituyó un gran desafío porque, sabiendo que se trata de un recurso que en el cine no siempre funciona, sentimos que debía estar ahí generando una sensación de relato constante”. La novelista precisó además que el proceso de adaptación fue largo: “Estuvimos casi un año, primero intentando abrir la historia de la novela, viendo que elementos adicionales podríamos hallar en ella y, después, despojándola de cosas hasta quedarnos con lo esencial”.
Las dos protagonistas, María Valverde y Dolores Fonzi, coincidieron en señalar que se trató de un rodaje duro pero muy placentero: “Estuvimos mucho tiempo aislados, yo estuve casi cincuenta días sin ver a mis hijos, cosa que nunca había hecho. Y además me impuse una dieta para darle a mi cuerpo ese aspecto desnutrido que sentí que debía definir a mi personaje”, señaló la intérprete argentina. Valverde, por su parte, reconoció que “de la mano de Claudia Llosa y de Dolores Fonzi he podido descubrir otros terrenos por los que nunca antes había transitado como actriz”.
Jaime Iglesias