Basta con intercambiar unas palabras con Javier Marco (Alicante, 1981) y su equipo para comprender que la fórmula para un gran debut en el largometraje es cuidar la relación entre compañeros. O quizás, la clave sea repetir tándem creativo: el cineasta ganó un Goya por su corto A la cara (2020) junto con su pareja, la guionista Belén Sánchez-Arévalo.
En su currículum cinematográfico hay muchos trabajos, pero ningún largometraje. Según Marco, Josefina es un drama con toques de comedia y surrealismo, una historia que supera a la realidad con nuestra capacidad de (re)invención. Ayer presentó en el Festival su ópera prima y le acompañaron Sánchez-Arévalo y los actores Emma Suárez, Roberto Álamo y Miguel Bernardeau.
¿Cómo viven estar aquí compitiendo en New Directors? ¿Trabajar juntos será la clave del éxito?
Javier Marco: Fue una ilusión enorme cuando nos dijeron que la habían seleccionado, porque realmente nosotros queríamos que estuviese en el Festival y tuvimos que correr para terminarla a tiempo. Incluso el equipo se quedó sin vacaciones para poder terminarla. El rodaje finalizó en mayo y al día siguiente ya estábamos haciendo el montaje.
Belén Sánchez-Arévalo: Toda la vida hemos trabajado juntos y nos complementamos, tenemos muy buena comunicación. Probamos a trabajar separados, pero juntos suplimos las carencias del otro.
J.M: Cada premio es un empujón y te da visibilidad. Esto es importante para que, cuando vayas a una productora, te digan que van a leer tu proyecto.
Presentan la película en San Sebastián: ¿Qué sentimientos o reacción les gustaría despertar en el público?
B.S-A: Llevamos siete años esperando esta noche. Muy poca gente ha visto la película, los actores la han visto esta semana, por lo que estamos expectantes por ver cómo reacciona el público.
J.M: Nos gustaría que los espectadores pasen un buen rato, además de reflexionar sobre lo que ocurre en ella. Que se entretengan y mañana se acuerden de la película porque les ha gustado.
Josefina es finalista en el premio Dunia Ayaso, que escoge las cintas más comprometidas con la figura femenina. ¿Esperaban esta nominación? ¿Cómo han vivido esto?
B.S-A: El personaje de Berta fue el primero que se creó. Íbamos en el autobús un día y pasamos por la cárcel de Soto del Real. Vimos mujeres que se bajaban y nos preguntamos cómo sería la vida de los familiares que van a visitar a los presos cada domingo. Surgió así su personaje y después vino toda la historia, se fue articulando alrededor de ella. Para nosotros es una ilusión tremenda que se valore el personaje. Hemos intentado que sea un personaje femenino muy real, que no sea un estereotipo, y la vida que le ha dado Emma Suárez ha hecho que se valore más.
¿Por qué el salto al largometraje? ¿Qué diferencias han encontrado en la dirección respecto al cortometraje?
J.M: Después de crear el personaje de Berta y la historia, fuimos a presentar la sinopsis a Dama Ayuda y, gracias a eso, se convirtió en guion de largometraje. Llevamos muchos años haciendo cortometrajes y esta es nuestra primera película. El largometraje es una carrera de fondo, no te puedes quemar el primer día, hay que administrarse bien porque si no, no llegas. Conseguimos sacarla adelante gracias a los productores Sergy Moreno y Rosa García Merino y a La Incubadora. Fue difícil conseguir una productora que se interesara por nuestra primera película. Aunque hagamos películas, seguiremos haciendo cortos. El largometraje tiene más visibilidad, porque los cortos solo se pueden ver en festivales y poco más, pero en un corto tienes menos tiempo para contar una historia y transmitir esa intensidad, y a la vez puedes experimentar más, por lo que continuaremos con ellos. Gracias a los festivales hay visibilidad para los cortos.
En el reparto hay muchas caras conocidas. ¿Cómo ha sido debutar con actores con gran currículum cinematográfico?
J.M: Trabajar con Emma Suárez, Roberto Álamo, Miguel Bernardeau o Manolo Solo ha sido un lujo. Siempre han estado a favor del proyecto y ha sido un placer trabajar con ellos y disfrutar de los ensayos.
B.S-A: Todos los implicados en el proyecto se han volcado. El diseño sonoro es también muy fino y elegante. Hay ocasiones en las que solo se escucha un roce, un suspiro. El trabajo de posproducción es enorme. Y de localizaciones: recrearon una cárcel en un colegio.
J.M: La química entre Roberto Álamo y Emma Suárez se ve en la pantalla. Para nosotros, lo más importante es lo que no se dice con palabras, y ellos han conseguido transmitir lo que queríamos. Creemos que puede ser arriesgado, pero hay escenas que nos pareció más interesante rodar de una manera más poética que convencional. Habrá que ver la reacción del público.
Iratxe Martínez