Desde la revelación que supuso su aparición en Una casa de locos (2002) de Cédric Klapisch, esta actriz belga ha ido construyendo una filmografía donde se ha puesto a las órdenes de autores tan prestigiosos como los hermanos Dardenne, Clint Eastwood, Paolo Sorrentino o Claude Miller. Ha acudido al Festival para presentar Las ilusiones perdidas, su tercera colaboración con el director Xavier Giannoli.
Siempre se dice que al rodar un film de época lo más difícil para los actores es lograr una ambientación emocional. ¿Qué reto le planteó su trabajo en Las ilusiones perdidas?
Mi personaje es una mujer encorsetada no solo físicamente sino emocionalmente. Es alguien que vive encerrada, controlada por su marido, con una vida monótona y que ve en el arte, en la literatura, una vía de escape. Tanto es así que acaba enamorándose de un joven poeta, algo que la lleva a asumir un gran riesgo porque dar rienda suelta a su pasión amenaza con convertirla en una apestada. Desde ese punto de vista, a pesar de ser una mujer del siglo XIX, su drama no difiere mucho de la situación que viven aún hoy muchas mujeres. A veces me pregunto cuál sería mi situación de haber nacido en otra época.
Da la sensación de que, hablando del pasado, Xavier Giannoli con esta película ha querido reflexionar sobre nuestro presente. ¿Es así?
La novela de Balzac en la que se basa la película es una obra donde se reflexiona sobre la condición humana y sobre la perversión a la que nos somete el afán de lucro, la ambición, el dinero y, en general, toda esa dinámica que caracteriza las sociedades capitalistas que sacan lo peor de cada uno de nosotros. Desde ese punto de vista no puede haber nada más contemporáneo y creo que eso es justo lo que le interesó a Giannoli de la novela.
El film tiene una lectura muy contemporánea sobre el ejercicio del poder, las relaciones sociales, el papel de los medios de comunicación…
Balzac era periodista, el padre de Xavier Giannoli también lo era, creo que él conoce muy bien ese mundo, las presiones, los intereses y los juegos de poder que se dan en esa profesión que todos tenemos tan idealizada… Dicho lo cual no creo que se trate de una película de denuncia, sino que damos espacio al espectador para que tome partido en un sentido u otro. En la película se habla, sobre todo, de la sociedad como espectáculo, de lo que Balzac llamó “La comedia humana” y basta con darse una vuelta por este Festival u otros para constatar que seguimos viviendo en un mundo de apariencias.
¿Les dio alguna indicación el director para potenciar esa contemporaneidad en sus composiciones?
No de una manera explícita, pero la verdad es que en el guion ya estaba muy claro el enfoque que él quería conferir a la película. Los diálogos estaban escritos de manera natural, no de un modo rimbombante y solemne.
Esta es la tercera vez que se pone a sus órdenes. ¿Qué destacaría de Xavier Giannoli como director?
Es un cineasta con una gran empatía hacia sus personajes. Quizá esa es una de las mayores diferencias entre la novela de Balzac y la adaptación que ha hecho Xavier. Balzac era duro e implacable con sus personajes, les juzgaba con rigor; Xavier, no. Para Giannoli hay una bondad natural en todos nosotros que, sin embargo, tiende a desaparecer en la medida en que sucumbimos frente al sistema.
¿Cómo valora el momento en el que se encuentra su carrera? ¿Siente que el cumplir años sigue siendo un hándicap para las actrices?
Cada vez menos, afortunadamente. Las cosas están empezando a cambiar en ese sentido. Por ejemplo, acabo de terminar una película, Les jeunes amants de Carine Tardieu, que cuenta la historia de amor de una mujer en la menopausia con un hombre más joven que ella. Ese es el tipo de argumento que hace unos años a nadie se le ocurría abordar.
Quizá en eso tenga que ver el hecho de que cada vez hay más mujeres dirigiendo y escribiendo guiones, ¿no?
Sí, desde luego. Estábamos adormecidos por la implacable lógica del patriarcado, pero creo que hemos empezado a despertar y a rebelarnos contra eso, no solo las mujeres, también muchos hombres que vivían encerrados en un arquetipo de virilidad en el que no se sentían nada cómodos. Poco a poco todos vamos liberándonos del cliché.
Jaime Iglesias