"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Este año el Festival tendrá una puesta de largo de lujo de la mano del cineasta chino Zhang Yimou. Desde que en 1987 debutase como director con Sorgo rojo (Oso de Oro en el Festival de Berlín), Yimou ha construido una de las filmografías más sólidas entre sus contemporáneos (los integrantes de la llamada Quinta Generación del cine chino), una trayectoria que le ha valido para gozar de una proyección internacional creciente y, cosa extraña, para ser al mismo tiempo uno de los directores más respetados por las autoridades de su país al punto de convertirle en un creador respetado con encargos como el de dirigir la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Autor de una obra donde conviven melodramas intimistas en los que se reflexiona sobre el pasado, el presente y el futuro político de su país (las aclamadas Semilla de crisantemo, La linterna roja, Ni uno menos) y espectaculares películas de acción ancladas en la tradición del wuxia (Héroe, La casa de las dagas voladoras o Sombra), en esta ocasión Yimou comparece en Donostia (donde en 1997 ejerció como Presidente del Jurado Oficial) para presentarnos su última obra, Un segundo, largometraje donde el cineasta retorna a uno de los períodos más convulsos de la historia contemporánea china, la llamada Revolución Cultural, unos años que no le son en absoluto ajenos a Yimou ya que aquel período le ha inspirado algunas de sus mejores películas como ¡Vivir!, Amor bajo el espino blanco o Regreso a casa.
En Un segundo el director nos cuenta la historia de un ciudadano internado en un centro de trabajo durante los años 60 del siglo pasado que escapa del mismo con la intención de asistir a una sesión de
cine en un remoto pueblo de la China interior. Su deseo es ver el noticiario previo a la exhibición de la película que se proyectará, pues le han dicho que en el mismo aparece fugazmente su hija, de la que hace tiempo que no tiene noticias. La vida de este prófugo se cruzará con la de una joven ladronzuela que busca robar rollos de celuloide para fabricar una lámpara. Esta historia, donde se plasman las condiciones de precariedad en las que vivía buena parte de la población china mientras tenía lugar la primera gran transformación económica del país (lo que la retórica maoísta denominó “el gran saltoadelante”), le sirve a Yimou también para realizar un canto de amor al cine como medio de entretenimiento de masas. En el film se suceden homenajes a las grandes películas chinas de la época y se vislumbra la instrumentalizaciónpolítica que vivió la industria cinematográfica en aquellos años; pero, sobre todo, se rinde homenaje al cine como experiencia colectiva, poniendo en valor el ritual de acudir a las salas (aunque se trate de espacios improvisados levantado con carácter temporal en medio de un erial) convirtiendo a estos escenarios en una suerte de templo pagano donde confluyen los sueños e ilusiones de todo un pueblo. Visto así, ¿cabe mejor manera de inaugurar un Festival de Cine?
Jaime Iglesias