En la entrevista con el actor y director Emanuel Pârvu (Bucarest, 1979) hemos hablado de Mikado, su segundo largometraje (que ahora compite por el premio Kutxabank-New Directors), de su experiencia como actor y director, y del juego que inspira el título y la premisa del film: un pequeño gesto puede hacer que todo se tambalee. En el juego y en la vida.
¿Qué se siente al estar en San Sebastián en New Directors?
Es un verdadero placer y un honor. Por este festival han pasado personas del mundo del cine (directores, actores…) muy importantes, por lo que es un gran honor venir aquí a presentar la película.
Su primer largometraje, Meda or The Not So Bright Side of Things ganó los premios al mejor director y mejor actor en el festival de Sarajevo. ¿Qué supuso este momento?
Cuando hago películas, ya sea dirigiendo o interpretando, nunca pienso en cómo la recibirá el público o si le darán algún reconocimiento. Prefiero vaciarme de expectativas, solo quiero esforzarme por que sea buena, que todo el equipo esté motivado para dar lo mejor. Los premios fueron un paso adelante, supuso un avance.
¿Qué aprendizajes obtuvo de su primer largometraje?
Intento aprender de todo lo que vivo, de cada día. Acabo de venir del festival de Venecia, estuve ahí como actor y fue una experiencia muy enriquecedora. Creo que podemos aprender de todo y eso es lo bonito de la vida. De mi primera película me llevo el hacer las cosas lo más realistas posibles, que la historia parezca tan real como sea posible.
En Mikado seguimos la relación de un padre y una hija adolescente. Cuando el collar que le ha regalado desaparece, la confianza entre ambos se rompe. ¿En qué se inspiró para la idea de la película?
La idea principal está basada en un hecho real, pero luego nos encargamos de crear la ficción completa. La trama gira en torno a las relaciones, y creo que la forma más potente de amor, o de relación, es entre los padres y los hijos. Quería explorar este tipo de relaciones y creo que mucha gente se pregunta sobre ello también. Sé que el cine no va a cambiar el mundo, pero muchas personas encuentran respuestas en las películas en las que se sienten identificadas.
Hay escenas muy intensas emocionalmente entre el padre y la hija. ¿Cómo prepara esas escenas?
Vengo del teatro, por lo que estoy acostumbrado a realizar muchos ensayos, unos dos meses de ensayos. Una parte fundamental para que el film salga bien es ensayar. Sin embargo, para las escenas de gran intensidad, les pido que no ensayen al cien por cien de su capacidad interpretativa, no quiero que se dejen llevar. Siempre les pido un cincuenta por ciento, porque creo que si en los ensayos me convencen con ese nivel de interpretación, el rodaje posterior saldrá perfecto. Por otro lado, tampoco dejo que los extras vean las escenas con antelación a grabar, para que su reacción sea más espontánea.
¿Ha tenido alguna referencia cinematográfica que le marcase?
Lo que más ha influido en mi trabajo es el teatro. Cuando dirijo, pienso: “Si soy un actor, ¿cómo querría afrontar esta escena, este ensayo?”. Esa era mi forma de trabajar en el teatro. Nunca daba el cien por cien en los ensayos, daba el setenta, y así se lo hacía saber a mis compañeros. Yo sabía y les decía que en el día del estreno lo haría con más intensidad, pero no podía gastar toda mi energía en el ensayo. Toda mi experiencia como actor la utilizo cuando dirijo.
¿Ha encontrado algún desafío en el rodaje?
Tuvimos muchísimos obstáculos. Rodamos en plena pandemia y el proceso se alargó muchísimo. Teníamos que hacer test a todos los actores cada día. Cada vez que se rodaba en un escenario había que desinfectarlo antes de que entrase un actor nuevo, ventilarlo… y luego preparar otra vez el set. Tuvimos otra escena en la que pedimos cortar el tráfico de una calle, teníamos que rodar un accidente. Nos dieron permiso durante una sola noche, pero había previsión de una tormenta enorme. El set se iba a inundar, el suelo se iba a llenar de barro, de suciedad… estuvimos todo el fin de semana con el móvil consultando la previsión meteorológica, hablando entre nosotros… al final la tormenta fue muy cerca de donde grabábamos, pero no llegó al set. Fue un auténtico milagro.
¿Qué parte del mundo del cine prefiere: actuar o dirigir?
Me gusta el trabajo duro, el extremadamente duro. Sé que, aunque parezca fácil en el papel, será difícil realizarlo; y si parece difícil en el papel, entonces lo voy a disfrutar más. Por eso me gusta llevar a la gente a sus límites. Eso lo puedo hacer como director. Si consigo que un actor se deje llevar, si puedo hacer que se olvide de su aspecto, de dónde está, y dé el cien por cien, eso hace que el resultado sea natural, que vaya más allá. Esa sensación es maravillosa.
¿Qué espera que se lleven los espectadores cuando vean Mikado?
Hay una frase que dice que “no hago el bien que quiero hacer, sino el mal que no quiero hacer”. Muchas veces, con toda la buena intención, sin darnos cuenta, acabamos haciendo algo que perjudica a los demás. Todo lo que hacemos tiene consecuencias, como el juego de Mikado: si mueves un palillo en un extremo, puede que el otro se tambalee y se derrumbe. Esas pequeñas cosas son sobre las que quiero reflexionar en la película.
Iratxe Martínez