“¿Qué haría yo?”. Esa es la pregunta que le atormentará al espectador en el segundo largometraje de los directores Silvina Schnicer y Ulises Porra, y las respuestas posibles no aportarán mucha tranquilidad. Los cineastas ya avisaban: “la película plantea una pregunta incómoda al espectador”.
Ayer se estrenó Carajita, la última de las películas que optan al premio Kutxabank-New Directors que se entregará hoy en la gala de clausura del Festival. Esta edición se ha visto marcada por los filmes que interrogan al público, pero la pregunta que hacen Schnicer y Porra no tiene fácil respuesta.
Durante una hora y media viajamos a una exótica República Dominicana para conocer el mundo de las nanas, algo muy común en Latinoamérica, donde es habitual que haya mujeres que dejen a sus hijos para trasladarse a cuidar a los de familias adineradas, llegando a desarrollar vínculos muy estrechos. En el film conocemos a Sara, una adolescente que adora a la nana que la ha criado, Yari. Ambas se quieren como madre e hija, pero, cuando la familia se traslada a la costa y Yari vuelve a ver a su hija biológica, ocurre un accidente que cambiará la relación entre Yari y Sara para siempre.
El dúo cinematográfico tiene una larga amistad con la ciudad, en la que tienen muchos amigos, y con el Festival en concreto, al que vinieron en 2017 para presentar en la misma sección New Directors su primer largometraje, Tigre. Fue por este debut que Ulla Prida (productora) les contactó con la idea de Carajita y los tres se pusieron a trabajar en el guion. “Nos pareció una idea muy estimulante, y trabajar así en equipo nos abrió mucho la cabeza”, declara el director catalán, afincado en Buenos Aires. Para ambos, escribir en solitario significa enfrentarse a los demonios de uno mismo, pero cuando se hace acompañado esos demonios desaparecen.
Pese a tener experiencia previa en el largometraje, cada película la viven como una experiencia nueva, porque “aunque cada vez uno se desenvuelva mejor en el aspecto técnico, la historia tiene su propia vida y
particularidad. Es un enigma cómo acabará siendo cada película”, dicen. Entre las particularidades de Carajita, estuvo, cómo no, la pandemia. En mitad del rodaje los repatriaron y tuvieron que esperar siete meses para volver a la isla a continuar el rodaje. Sin embargo, el desafío personal más grande para ellos ha sido contar esta historia sin ser dominicanos. “Es una película dominicana y nosotros no lo somos, por lo que tuvimos que bajar mucho la cabeza y abrir mucho la conciencia a la hora de tratar de ser críticos. Estamos hablando de un tema universal: las relaciones que se dan entre las clases dominantes y las dominadas en espacios de intimidad. Pero la relación entre las nanas y las familias es un asunto muy dominicano. Crían a otros hijos como si fueran sus madres, a veces dejando a sus propios hijos. Hemos hecho muchos debates, hemos hablado con Ulla, con los actores, con muchas personas del set para saber cómo han vivido ellos este tema”. Esta pregunta también la pudieron hacer en el casting, ya que quisieron contar con actores no profesionales para el elenco. Esto les dio la oportunidad de hablar con mucha gente local que había vivido de primera mano el tema de las nanas. “Queríamos ser respetuosos, pero a la vez sinceros”, afirma Schnicer.
En Tigre ya habían trabajado con actores no profesionales, pero el desafío fue el mismo a la hora de rodar Carajita. No obstante, el reto al preparar las escenas con ellos y con los profesionales que tenían distinto método, fue el mismo. “Hay tanta diferencia entre rodar con la actriz que hace de Mallory (no profesional) y con la actriz que hace de Sara (profesional), que entre esta y la actriz que hace de Yari, que también es profesional. Sus métodos de trabajo son opuestos. Magnolia Núñez (Yari) es muy visceral y cuando llega al set ya está inmersa en el papel. Cecile Van Welie (Sara) entra más desde el diálogo, racionalmente. Solo se transforma cuando empiezas a rodar. Tienes que saber cómo trabajar con cada actor”.
El resultado interpretativo hará que el espectador se ponga en la piel de cada personaje; lo que le dificultará, sin duda, responder a esa gran pregunta que hace Carajita.
Iratxe Martínez