La carrera de Ryusuke Hamaguchi (Kanagawa, Japón, 1978) está íntimamente vinculada al Festival de San Sebastián donde en 2008 presentó, dentro de la sección New Directors, su ópera prima, Passion. Este año participa en Perlak con dos películas: La ruleta de la fortuna y de la fantasía y Drive My Car. El primero obtuvo el gran premio especial del jurado en la Berlinale, mientras que el segundo de estos títulos, coescrito con el novelista Haruki Murakami, se hizo con el galardón al mejor guion en Cannes.
Este año presenta en Perlak dos largometrajes muy diferentes entre sí que, sin embargo, parecen estar íntimamente vinculados.
Puede que, efectivamente, el espectador tenga esa sensación porque se trata de dos trabajos con un estilo de producción similar. En ambos casos, mientras preparaba el rodaje, les dije a mis actores que probasen a leer el guion de una manera aséptica, sin poner en juego ningún tipo de sentimiento. No es la primera vez que asumo esas dinámicas de trabajo, pero aquí las he llevado hasta sus últimas consecuencias.
Hay otros elementos que se repiten como esa querencia por mostrar personajes que se nos descubren vulnerables, inseguros y débiles.
Para mí, el ser humano es imperfecto y mis personajes son profundamente humanos. Me preocupa mucho construir caracteres reconocibles para el espectador, personajes anclados en la realidad.
Los protagonistas de ambos largometrajes son seres en conflicto con su pasado. ¿Usted también es muy dado a mirarse a sí mismo retrospectivamente?
No. De hecho, no soy partidario de que los directores mezclemos las historias que contamos con nuestra propia historia, por así decirlo. Ocurre, sin embargo, que todos tenemos un pasado que nos marca, hasta el punto de que es muy difícil de asumir el momento presente sin prestar atención a ese pasado. Creo que ese es otro de los rasgos que define la humanidad de mis personajes.
En el caso concreto de Drive My Car, ¿cómo fue la experiencia de escribir el guion conjuntamente con Murakami?
El cine y la literatura son dos idiomas distintos, pero me interesaba mucho colaborar con él porque los novelistas tienen una ventaja frente a los cineastas: ellos trabajan más para estimular la imaginación, mientras que nosotros estamos más constreñidos por el hecho de tener que mostrar la realidad. Creo que una película basada en una novela funciona en la medida en que es capaz de capturar el espíritu y el pensamiento que subyacen en dicha obra. Por el contrario, si acometes una adaptación literal, lo normal es que la cosa no funcione.
Viendo La ruleta de la fortuna y la fantasía, con esa estructura episódica, uno casi tiene la sensación de estar leyendo un libro de fábulas.
Bueno, puede que tengas esa sensación porque es una película muy dialogada y yo me esforcé porque esos diálogos tuvieran fuerza, sobre todo, para que sirvieran de acicate a las reacciones de los otros personajes. En ese sentido, no creo que se pueda hablar de una película muy literaria.
Pero, ¿por qué eligió esa estructura de episodios?
Yo quería hacer una película sobre el azar y sus consecuencias y pensé que, si hacía tres historias ajustadas a dicho concepto, esa idea de partida tendría mayor sentido. De este modo, el primer episodio es una introducción al concepto de azar, el segundo capítulo muestra el lado oscuro del azar y la tercera de estas historias es más luminosa, su final feliz nos lleva a asumir que la casualidad también puede brindarnos momentos muy luminosos.
Antes hablábamos de sus personajes. Hay una mirada muy amorosa por su parte hacia ellos, incluso para quienes tienen comportamientos cuestionables. ¿Usted sería capaz de hacer una película sobre personajes a los que detestase?
Como guionista me impongo el deber de no juzgar a mis personajes, mucho menos de condenarlos. Prefiero comprenderlos. En este sentido, en mis películas hay personajes a los que jamás tendría como amigos, pero eso no me impide preguntarme por sus motivaciones.
¿Qué queda en usted de aquel joven cineasta que vino en 2008 al Zinemaldia con su primera película?
Para mí aquella experiencia fue muy importante poque me di cuenta de que participar en un festival internacional da una difusión tremenda a tu trabajo. San Sebastián me dio esa difusión y por eso es un certamen que ocupa un lugar importante en mi corazón y al que me gustaría seguir viniendo periódicamente.
Jaime Iglesias