"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La película de Clarisa Navas, Las mil y una, participa en el Festival de San Sebastián tras presentarse en el Foro de Coproducción en 2018. Navas cuenta que “participar en el foro fue muy valioso para nosotros porque conseguimos que un coproductor alemán se interesara por la película. Además, forjamos una relación estrecha con el Festival y para nosotros poder estar aquí es muy gratificante”. En 2017 dirigió su primer largometraje, Hoy partido a las 3, que participó en festivales como BAFICI, o los de Biarritz, Lima y Valladolid.
La historia transcurre en Corrientes, lugar de procedencia de la directora: “Me interesaba construir imágenes que tuvieran que ver con esa manera de vivir en la periferia, en ese lugar que está repleto de historias que, de alguna manera, siempre se invisibilizan. El barrio es también protagonista de Las mil y una”. Navas comenta que “aposté por trabajar con sonidos que no se ven, que quedan fuera de campo: las vidas de los vecinos”. En esas calles, Iris, la protagonista de la película, conoce a Renata, una joven con un pasado complicado. La atracción que siente por ella hará que se tenga que enfrentar a sus miedos e inseguridades para así poder descubrir su primer amor.
Pero no solo el lugar representa a la directora, también lo hace la historia: “Era una idea que venía rondándome hace mucho, porque trata cuestiones que están muy inspiradas en mi adolescencia y mis amigos más cercanos. La idea de hacer la película siempre estaba presente, incluso cuando realizaba otros proyectos. Tenía claro que en algún momento la iba a hacer”. Esta íntima relación con el espacio, con la trama, llevó a la directora del film a contar con la participación de sus personas más cercanas: “Los actores y actrices principales eran amigas y amigos, quería trabajar con ellos sí o sí”.
Navas centra su historia en las posibilidades de resistencia que se crean “en una pequeña comunidad dentro de una comunidad más grande. Son situaciones que se sostienen gracias a las amistades y los afectos, dentro de ese contexto tan hostil”, y añade que “lo importante es que siempre está la posibilidad de resistir desde el afecto”. Ese afecto, retratado a partir del grupo de amigos de Iris, su pequeña familia, le recuerda a los fines de semana que pasaba en Corrientes con dos amigos suyos y su hermana, donde se dedicaban a “hacer cortos por el barrio con una cámara. Nos pasamos toda la adolescencia haciendo esos cortos”.
El espectador siente, en muchas ocasiones, que sigue a Iris cámara en mano: “Fue una idea que se solidificó a partir de los ensayos. Sofía nunca había actuado y eso nos llevó a muchas horas de práctica, que me ayudaron a darme cuenta de lo importante que era conseguir una continuidad en esas acciones para poder evocar la sensación que uno tiene al caminar por el barrio, donde no todo queda a la vista de los vecinos”. Las mil y una es un viaje en un entorno muy hostil pero, a la vez, lleno de afecto y ternura, donde la amistad y el amor aportan la luz que a veces le falta a “esta manera de existir, siempre amenazada por el sistema”.
María Aranda