"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Asumiendo que en la sección competitiva de cualquier festival de cine la voluntad de riesgo debería ser divisa, la exigencia mínima que se le suele hacer a cualquier película seleccionada es que no deje indiferente al espectador. Algo que cumple con creces Beginning, el sorprendente debut en el largometraje de la cineasta georgiana Déa Kulumbegashvili, una película apabullante por la cantidad de cuestiones que en ella se plantean y por la profundidad y la sutileza de las que hace gala la cineasta a la hora de abordarlas ya desde la primera secuencia, en la que asistimos al ataque que sufre una comunidad de testigos de Jehová durante su reunión semanal.
Lo que sigue a partir de ese momento es el retrato íntimo de una mujer (la esposa del líder de la comunidad) que comienza a cuestionar la autoridad que ejerce su marido sobre ella y aprovecha la ausencia de éste para gestionar, en soledad, sus propias contradicciones morales, hasta quedar expuesta a una serie de episodios violentos que provocan un desasosiego creciente en el espectador. Según la directora, “la película coloca a todos los personajes en un punto de no retorno; ellos atraviesan la historia dejándose llevar por su energía, pero sin pararse a reflexionar sobre lo que hacen. Por eso mismo me parecía importante forzar al espectador a observar sus acciones sin que tuviera la posibilidad de mirar para otro lado ante situaciones de incomodidad que es lo que, normalmente, hacemos en nuestro día a día”. Cuando Déa Kulumbegashvili fue cuestionada acerca de la representación de la violencia en su película en escenas rodadas con un gran sentido estético, la cineasta se mostró tajante al afirmar que “la belleza y la violencia no se pueden entender la una sin la otra, ambas forman parte de la vida y, singularmente de la vida de Yana, la protagonista de la historia. Eso no quiere decir que me recree en la violencia. Al filmar la escena en la que ella es violada, por ejemplo, recurro a un plano general dejando la cámara fija y poniendo una cierta distancia de por medio. Podía haber prescindido de rodar esa escena, pero me hubiera parecido irresponsable porque lo cierto es que si estoy siguiendo de cerca la intimidad de esta mujer no podía dejar de mostrar un acontecimiento que es el que le cambia la vida”.
En este sentido la actriz protagonista, Ia Sukhitashvili, que compareció online desde Georgia, alabó el trabajo de la directora, destacando que la creación de un personaje tan complejo como el de Yana fue un trabajo conjunto entre ella y la cineasta: “Cada vez estoy más convencida de que ésta es nuestra película y, desde luego, por muchos otros papeles que haga en el futuro, estoy segura de que el personaje de Yana siempre me acompañará”. El resto del reparto coincidió en destacar también el trabajo de ensayos desarrollado con Déa Kulumbegashvili. Según Rati Oneli, que interpreta al marido de la protagonista, fueron esos ensayos los que facilitaron la integración de los actores en los largos planos secuencia en los que está estructurada la película: “Habíamos ensayado tanto que, cuando rodamos, cada actor estaba sumergido en su personaje y un plano largo te permite estar viviendo el momento. Para mí, de hecho, interpretar estas secuencias fue más sencillo que cuando tenía que hacer tomas cortas”. La cineasta justificó esta elección en el hecho de que “si haces muchas tomas se pierde mucha energía y filmar se convierte en algo muy mecánico”.
Jaime Iglesias