Brasil, 1899. Concretamente nos encontramos en Sao Paulo pocos años después de la abolición de la esclavitud. Todos os mortos son esos fantasmas del pasado que siguen caminando entre la familia Soares.
Se trata de una codirección de Caetano Gotardo y Marco Dutra que, a pesar de que ya habían trabajado juntos en diversos proyectos, nunca se habían lanzado a dirigir a cuatro manos. Caetano Gotardo, director de O que se move (2012) y Seus ossos e seus (2019), ha presentado sus proyectos en festivales de todo el mundo. Además, entre sus cortometrajes destaca Areia (2008), que se presentó en la Semaine de la Critique de Cannes. Marco Dutra, nacido en 1980, ha codirigido con Juliana Rojas Trabalhar cansa (Hard Labor, 2011), que tuvo su estreno en Un Certain Regard en Cannes, y A boas maneiras (2017), ganadora del Premio Especial del Jurado en Locarno. En solitario ha dirigido el film de terror Quando eu era vivo (2014) y el thriller Era el cielo (2016).
En el largometraje que presentan en la sección Horizontes Latinos, la historia se centra en un universo femenino que representa dos mundos diferentes: por un lado, aquellas que pertenecen a una clase social alta, antiguas propietarias de tierras y esclavos; y, por otro lado, las que fueron sus sirvientas. Las tres mujeres de la familia Soares tienen dificultades para adaptarse a los cambios en Brasil, acostumbradas a una vida acomodada. Al mismo tiempo, la familia Nascimento, cuyos miembros trabajaban como esclavos en la propiedad de los Soares, se enfrenta ahora a una sociedad en la que no hay lugar para las mujeres recién liberadas.
Iná, uno de los personajes principales del film, es el símbolo de ese nuevo mundo que se está gestando en esa nueva sociedad. Además, la presencia de su hijo Joao es una clara representación de esa nueva libertad, esa nueva realidad, que no está manchada del pasado: la inocencia, el aire fresco.
Entre ese pasado y ese presente se sitúan los directores del film; en un mundo en el que todos los personajes luchan por sobrevivir con la llegada de la modernidad.
La película transcurre, en su mayor parte, en la antigua casa donde trabajaba Iná, un escenario que también vive ese cambio cultural del que habla constantemente la película. Una casa donde la música también acompaña en todo momento.
Todos os mortos, que ya pasó por el festival de Berlín, habla de la falsa idea de democracia racial que sigue existiendo y que el gobierno de Jair
Bolsonaro quiere volver a ocultar. Tal y como explican los directores, esta es una cuestión que sigue existiendo y que el país tuvo la oportunidad de eliminar mediante una reorganización de la sociedad. Sin embargo, el film es un espejo de aquella gente que nunca fue reintegrada, de una división que, como comentan los creadores, es la definición de la sociedad de Brasil.
La base que aún determina la forma en que se organiza la sociedad brasileña hoy se estableció en ese entonces. No había un plan para integrar a los esclavos liberados como verdaderos ciudadanos. Esto significó que las personas esclavizadas durante tanto tiempo se vieron obligadas a crear un lugar propio en una sociedad que les negaba los medios para hacerlo. Las abismales diferencias de clases en Brasil están, a día de hoy, estrechamente relacionadas con la raza. Los directores han querido mirar hacia atrás, a ese momento de la historia del país, teniendo en cuenta la grave situación que viven allí en la actualidad. Entre 2012 y 2020, cuando completaron la película, Brasil había cambiado mucho: de la euforia económica se sumergieron en la crisis. De un gobierno de centroizquierda pasaron a tener la extrema derecha en el poder, por lo que las tensiones en la sociedad brasileña siguen estando muy presentes.
María Aranda