"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Un viento a 22km/h y unas gotas tímidas a primera hora dieron la bienvenida a la primera mañana del Festival. Durante mi paseo matinal me fijo en las alfombras rojas, que de día siempre lucen entre alienadas y pudorosas, y ahora todavía siguen protegidas por el plástico, empapado con algunos pequeños charcos pisados. En ellos, el reflejo de un cielo ocupado en hacer circular finos hilos de nubes ya inocentes. En el puente de la Zurriola se escucha a una mujer comentando que la alfombra roja la tienen tapada, pero que el resto de la calle es “nuestra”. El Kursaal, con vistas a la apertura marítima más salvaje de la ciudad, sigue apacible, mientras algunas cámaras afanadas le rodean sabiendo que aguarda otro festival, o más bien un doppelgänger llamado Rifkin. Mientras tanto, las cámaras de TV acuñan sus planos recurso admirados por la belleza de la desembocadura del Urumea en marea baja. En la otra orilla, un señor que ostenta su acreditación con el colgante de salmón pulido del año: “A ver cómo saldrá el Festival…” a lo que su colega, mirando el gris del cielo ahora adormilado como él mismo, responde “El tiempo, el tiempo…” y siguen hablando sin que yo pueda llegar a subtitularlos, como pasa en Rizi/Days de Tsai Ming-liang. No entender también es… ¿entender?
Después de la lluvia cálida y escueta de la hora de comer, llega la primera esperada rueda de prensa, donde por primera vez el ‘aquí’ se erige como el Joker de la baraja virtual. “I’m thrilled to be here… in New York”. En otra parte de la ciudad, pocos minutos después alguien saluda a una vieja conocida “Este año nada…”, “¿Cómo? Al menos estamos aquí”.
La Patria del aquí quizá se entiende mejor si la convertimos en tiempo. Así andamos ocho horas de metraje hasta salir ya de noche, episodio íntimo para comprender que esto solo ha sido el comienzo.
Marc Barceló