"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
“Fue tan bonito todo lo que pasó con mi película el año pasado que cuando el otro día entraba en la ciudad con el coche de la organización llegué a emocionarme”, confiesa Belén Funes. La realizadora catalana que estrenó su ópera prima La hija de un ladrón en la Sección Oficial de la pasada edición ha sido invitada este año para presidir el Jurado de la sección New Directors.
Funes recibió la llamada del Festival hace tres semanas y “lo cierto es que, cuando me lo dijeron me vino a la mente el peligro de un posible contagio, enseguida me di cuenta de que haciendo las cosas bien no tendría por qué pasar nada y acepté encantada”. En opinión de Funes, ha sido un acierto la decisión de celebrar el Festival “porque en estos momentos es necesario enviar el mensaje de que los cines son seguros”.
Como tantos otros cineastas del país, Funes ha estudiado en la ESCAC, y como tantos otros, solo tiene palabras de agradecimiento hacia el centro que la formó: “Es que es más que una escuela de cine, es una comunidad de personas que sienten amor por el cine y que trabajan y se apoyan mutuamente, una mezcla de familia, psiquiátrico y escuela todo en uno”, bromea.
Funes revela que de hecho fue allí donde decidió dedicarse al cine por completo. “Aunque me había apuntado no tenía claro qué quería ser y en la escuela descubrí las posibilidades ilimitadas del cine como medio para expresarse desde distintos apartados”. Por eso, hasta ahora Funes ha participado en todo el proceso de creación de sus trabajos cinematográficos: los cortometrajes Sara a la fuga y La inútil y, la ya mencionada, La hija de un ladrón.
“Mi parte favorita a la hora de realizar un largometraje es la del montaje. La escritura de guión me parece una montaña de ansiedades donde las ideas solo viven en un papel, el rodaje es un lugar de solucionar problemas, no de crear propiamente dicho, y ya el montaje es el momento en el que por fin te paras y construyes el relato que querías según las escenas filmadas”, explica.
De su primera película, Funes reconoce que tampoco olvidará nunca la emoción y felicidad con la que el equipo que la había hecho posible vivía todo lo bueno que le pasaba: el paso por el Festival, los Goya, los premios Gaudí... “Me hicieron sentir como que tenía otra familia más”.
Óperas primas arriesgadas
A Funes le parece muy gratificante poder ver películas de nuevos directores, papel que le toca hacer durante estos días de Festival. “Cuando eres nuevo nadie te espera y eso te permite arriesgar. Yo hicé La hija de un ladrón con la intención de que me gustara a mí como espectadora, sin tener en cuenta otros factores. Esa libertad creativa, esa falta de prejuicios es lo que estoy viendo en las películas de la sección y me gusta”.
Por haberlo vivido en carne propia, la realizadora sabe que seguramente uno de los aspectos más difíciles a los que habrán tenido que enfrentarse los jovenes directores de la sección es la financiación. Por eso aconsejaría a todos los que están empenzado a hacer una obra audiovisual que “entiendan que los recursos en una película son limitados pero no por ello deben relajarse o rebajar sus estándares de exigencia”.
Respecto a sus compañeros en el Jurado, el crítio israelí Ariel Schweitzer y la actriz lituana Aistė Diržiūtė, Funes opina que son personas muy interesantes que saben mucho de cine y con las que se entiende bien. “Por tanto no tengo ninguna duda de que ganará una buena película”, concluye.
Iker Bergara