"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Director inclasificable y versátil como pocos, Kiyoshi Kurosawa (Kobe, 1955) inaugura este año la sección Perlak con su último largometraje, Wife of a Spy, que le valió el León de Plata al mejor director en el pasado festival de Venecia, y lo hace con una sensación ambivalente ya que aunque se muestra encantado de que “mi película haya conseguido traspasar fronteras y pueda verse en San Sebastián de manera segura”, dice sentirse apenado por no haber podido venir finalmente al Festival: “Hice todo lo posible para ir a España, pero al final no pudo ser y es una lástima porque siempre he sentido San Sebastián como una ciudad cercana y hasta no hace mucho solía ser fácil viajar desde Japón. Mientras rodaba esta película no se me pasó por la cabeza el llegar a estar viviendo una coyuntura como la actual. Sin embargo, es posible que el público cuando vea Wife of a Spy en el actual contexto asuma el film como una metáfora sobre la situación a la que nos enfrentamos, dado que es una historia sobre personas que se debaten entre la idea de cruzar la frontera o quedarse donde están y sobre cómo los gobiernos controlan los movimientos de sus ciudadanos. Pero más allá de eso, me gustaría que el espectador viera Wife of a Spy
como lo que es: un melodrama o un film de suspense”.
En este sentido, Kurosawa reconoce que las relaciones entre Satoko y Yusaku, los protagonistas de su última película “tienen una carga
de suspense mayor a la que había entre otras parejas en mis películas anteriores”. Algo que se entiende si nos atenemos al período histórico que refleja el film, los primeros años 40 con un Japón henchido de sentimiento nacionalista en el contexto de la II Guerra Mundial: “Esta es mi primera película de época y el hecho de apelar a una realidad histórica y a unos acontecimientos preestablecidos me hizo reflexionar sobre cómo debió sentirse la gente en aquellos momentos mientras pensaban lo que les depararía el futuro”. Para el director “la sociedad japonesa tomó un camino que finalmente la llevó al descarrilamiento, ya que sus sueños de futuro estaban alimentados por el orgullo y la codicia. Esa locura se extendió rápidamente entre la población que consintió masacres que se consideraron justificables”.
En este sentido, el cineasta reconoce que “Yukasu, el protagonista de mi película, tiene un conflicto con la sociedad y decide huir, mientras que su mujer, Satoko, decide permanecer en la sociedad, pero rechaza adaptarse a ella. Todas mis películas reflejan ese tipo de tensiones entre el individuo y la sociedad, no lo hago de manera premeditada, pero según voy desarrollando mis historias ese tipo de relaciones terminan por emerger, con independencia de si trabajo en una historia de terror, de suspense o, como en este caso, en un melodrama. Eso es así porque me gusta que mis historias tengan un fondo real, que no se asuman solo como una ficción sino como algo que podría suceder”.
Jaime Iglesias