"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
João Paulo Miranda (Porto Feliz, 1982) está impaciente por compartir Casa de antiguidades / Memory House, en el Zinemaldia, porque será la primera proyección con él presente en la sala: “Han pasado casi cinco años desde que arranqué la escritura y por fin llega el gran día. Mi película es una propuesta en la que es esencial que la audiencia se deje llevar y se deje poseer para sentir de verdad. Me encantaría que la gente venga al cine como quien va a la iglesia, que vinieran al templo del cine, porque, para mí, los festivales son eso: un lugar sagrado que permite una conexión con los orígenes, como cuando en un museo ves las obras originales; porque necesitamos reconectar con los orígenes del cine”.
La película está cargada de elementos exóticos relacionados con la cultura y las religiones brasileñas, como el candomblé. Cristovam, un nativo negro del norte rural, es trasladado a una antigua colonia austriaca del sur por trabajo, donde se respira un ambiente xenófobo. Allí descubre una casa abandonada, llena de objetos y recuerdos que le evocan sus raíces y le conectan con un pasado remoto. “La presencia espiritual que la película refleja es algo que yo he querido infundir en toda la historia para introducir un elemento, para mí primordial, que es el reto para cualquier cineasta de convertir lo invisible en visible, como decía Bresson; y para mí este era el desafío: cómo conseguir que la audiencia no vea pero perciba ese algo que está en la pantalla, presente a través de la textura, el sonido, y otros elementos que aportan las claves para que las personas espectadoras completen la percepción. La posición de la cámara en cada escena no es algo gratuito. Me llevó mucho tiempo planificarlo. Se trata de ir a las profundidades de la región, del pasado, con un protagonista perdido en el tiempo. Un hombre que además es machista, tiene problemas y conflictos, y el mismo necesita una revolución interna y un gran cambio”.
Casa de antiguidades es una metáfora de la situación brasileña, donde los grupos conservadores y fascistas están acaparando más espacio y, más allá del peligro de su discurso negativo, están oprimiendo a las minorías. “Son momentos difíciles. Yo procedo de una zona rural muy conservadora y católica; estudié en un colegio alemán muy estricto; mi padre era cazador, y yo era un pez fuera del agua allí. Siempre me sentí mucho más conectado con la gente considerada ‘marginal’, y no lo digo solo en relación al color de la piel, sino gente pobre, frágil, ignorada, etc. Mis héroes provienen de ahí, personas supervivientes que luchan continuamente para permanecer y reafirmarse. Por eso cuando empecé a escribir, el personaje de Cristovam era para mí un brasileño viejo y rústico, con muchas marcas de la historia en su piel, pero no había especificado que fuera negro. Se lo propusimos a Antonio Pitanga porque lleva la historia del cine en su piel, un elemento invisible que interpelaría a los cinéfilos; ya que a pesar de que tiene más de ochenta años, él es un actor del Cinema novo brasileño, que actuó en la primera película de Glauber Rocha”.
Amaiur Armesto