No suele ser nada frecuente que un director o directora, después de obtener un gran reconocimiento como el que alcanzó la catalana Carla Simón en 2017 con su primer largometraje, Verano 1993, con más de 30 premios en todo el mundo, vuelva inmediatamente después con un trabajo corto como Correspondencia, que presenta este año en Zabaltegi-Tabakalera. Sin embargo, en su caso, además de haber sido el formato en el que, como tantos cineastas, se inició, no es tan sorprendente. “Para mí es algo muy natural. Volver al corto o a un cine muy artesanal siempre me seguirá interesando. El cine también puede ser trabajar únicamente con una cámara o con un ordenador, no tiene por qué ser siempre un rodaje en el que emplees un montón de tiempo, con un montón de gente y de dinero”.
Y así es exactamente como se ha hecho Correspondencia, que Simón codirige junto a la realizadora chilena Dominga Sotomayor. El proyecto nació de una propuesta de la productora Goroka para Canal 33, y consistía en una serie de seis capítulos asignados a mujeres procedentes de distintos ámbitos (literatura, cine, pintura, fotografía, activismo…) para que establecieran una correspondencia fílmica con otras mujeres, sin otra premisa que hablar de algo relacionado con el hecho de ser mujer. Simón eligió a Dominga Sotomayor como compañera, con quien en realidad sólo había coincidido en una ocasión, pero sí conocía su trabajo y sentía que compartía con ella una sensibilidad y temas comunes.
Decidieron que su correspondencia versara sobre las mujeres de sus propias familias. A partir de ahí, como toda correspondencia, habría de sucederse una concatenación de mensajes espontáneos, siempre dependiendo, como suele suceder cuando nos enviamos cartas, del mensaje previo. “Un esquema de acción y reacción”, indica Simón. Esa espontaneidad fue el rasgo que marcó el proceso creativo y, sin embargo, los temas recurrentes en la filmografía de la directora catalana vuelven a emerger con nitidez.
Significados personales
Carla fue la primera que remitió su carta fílmica, comunicando a Dominga el reciente fallecimiento de su abuela. “Mucho de ella está todavía con nosotros”, es una de las frases de esa primera carta. Se refiere obviamente a su abuela, pero dice mucho de la propia película y de temas que se van colando y transmitiendo a través de las imágenes y grabaciones: la pérdida, la memoria, la herencia, el legado.
Rodando en Super 8, recorre la casa que ha quedado vacía y que es el mismo lugar que ha sido el principal punto de encuentro familiar durante toda su vida. Salvo una vieja grabación que conserva de su madre, Simón utiliza este formato para filmar todas las imágenes de esta película (Sotomayor sí empleó más grabaciones antiguas para ilustrar sus misivas).
Tiene un sentido. Para Carla Simón, “de este modo consigo que las imágenes tengan un mayor significado personal”. La realizadora admite que, en esta ocasión, no ha pensado demasiado en el espectador como receptor de las imágenes, sino que ante todo, ha querido disfrutar de hacer algo ella sola con su cámara. “Es como reconectarte con lo más primario del deseo de hacer cine, que es capturar imágenes que para ti tengan un sentido y que te importen. Eso fue para mí muy bonito”.
Es también una despedida personal: “Yo quería despedirme de todo aquello. Mi abuela era la última persona de esa generación que quedaba en mi familia, y te das cuenta de que las historias que ella contaba ya no las puede contar nadie. Es cierto que me suelo inspirar mucho en mi familia para contar mis historias, pero en este caso las filmé directamente, y me di cuenta de que hay algo muy hermoso en capturar los rostros de personas que amas con un fin cinematográfico, no como cuando grabas vídeos familiares”.
El proceso creativo que fue surgiendo sobre la marcha refleja por tanto reflexiones, como es característico en Simón, sobre la familia, la maternidad, las cosas que cambian o desaparecen. La herencia y el legado. Como ese hilo que une las reacciones de una correspondencia, Simón y Sotomayor nos recuerdan lo que se fue y lo que se queda, e hilan el pasado con, como quiso también indicar Simón, “el futuro”.
Gonzalo García Chasco