Nacido en Ciudad de México en 1979, pertenece, por derecho propio, a la nómina de cineastas que, a lo largo de la última década, ha revolucionado el cine mexicano desplegando una mirada crítica, pero a la vez singular, sobre la realidad de su país. Este año acude al Zinemaldia en calidad de jurado de la Sección Oficial y presenta en Perlak su más reciente film, Nuevo orden, con el que ganó el Premio Especial del Jurado en Venecia.
En el cine mexicano contemporáneo el tema del clasismo ocupa un lugar destacado y en el caso concreto de Nuevo orden está en el centro del relato
Así es. En mi país el clasismo y el racismo son el pan de todos los días y a mí como mexicano es algo que me avergüenza mucho. Pero justamente por eso son cuestiones que me parece pertinente retratar en mis películas en lugar de ignorarlas y de mirar para otro lado que es lo que acostumbramos a hacer cuando algo nos incomoda.
Todas sus películas tienen un enfoque político, pero quizá en esta última es donde dicho enfoque resulta más evidente.
Como cineasta me interesa más lo social que lo político porque una mirada puramente política al final termina por simplificar la complejidad de ciertos conflictos y yo, como cineasta,
prefiero indagar sobre nuestra naturaleza colectiva, retratar lo que somos, lo que hacemos mal, etc. Algunos espectadores que vieron Nuevo orden me hicieron llegar su frustración porque según ellos en la película no resulta evidente la postura política del director, pero para mí el mensaje es claro: si ante las desigualdades sociales, las clases privilegiadas y los gobiernos lo único que hacen es utilizar a los militares para perpetuar esos desequilibrios, esto tarde o temprano tendrá que estallar por algún lado. En ese sentido, esta película es una voz de alarma.
Siendo como es una película muy mexicana, ¿no cree que lo que plantea tiene alcance global?
Yo pienso que sí. De hecho, cuando presentamos el guion a nuestros coproductores franceses nos dijeron que lejos de plantear un conflicto local nuestra propuesta hablaba de un
problema universal y que en Francia con los chalecos amarillos se había dado algo parecido a lo que planteamos de inicio en el film.
¿Piensa que su película puede ser considerada una distopía?
No sé hasta qué punto Nuevo orden refleja un futuro indeseable porque lo cierto es que muchas de las cosas que se plantean en la película ya están aquí, lo que ocurre es que no nos molestamos en verlas, preferimos cerrar los
ojos ante las evidencias. En este sentido, no me estoy inventando nada. Al contrario, lo que hago es observar el presente y mostrar mi preocupación por la realidad en la que vivimos.
En la percepción del arte también tiene mucho peso ese tender a ignorar aquello que nos incomoda, ¿no cree?
Estamos viviendo una época muy oscura en ese sentido. Lejos de dar un tratamiento inteligente a determinadas problemáticas, preferimos censurar aquellas películas u obras donde se muestran esos problemas. Yo creo que hay que estar dispuesto a hablar y a debatir de todo en lugar de optar por cancelar aquello que nos molesta. Esa tendencia es algo que me preocupa muchísimo.
Nuevo orden presenta escenas de gran complejidad técnica ¿Fue un rodaje complicado?
Tuvimos que coordinar a 3.000 extras, cortar algunas de las principales avenidas del país… Pero el principal reto no fue ese sino lograr minimizar el carácter espectacular de la puesta en escena para evitar restar protagonismo al conflicto íntimo que viven los personajes principales, que para mí es lo que sostiene la narración.
¿Qué ha supuesto para la película el Premio Especial del Jurado que obtuvieron en Venecia?
De entrada, pienso que es un galardón que valida, en cierto modo, las ideas de la película y, al mismo tiempo, ha asegurado la difusión internacional de nuestro trabajo. Nuevo orden se ha vendido ya a muchos países y el hecho de que vaya a ser estrenada en tantos sitios en un momento de incertidumbre como el actual es muy importante.
Jaime Iglesias