De entrada, puede parecer extraño que un cineasta natural de Mendoza y criado en la Patagonia, como el argentino Pablo Agüero, asuma como personal un proyecto ambientado en Euskal Herria en 1609 donde se narra un fenómeno tan imbricado en la cultura europea (y singularmente en la cultura vasca) como el de la caza de brujas. Sin embargo, el director, en su segunda visita al Festival tras haber competido por la Concha de Oro en 2015 con su anterior largometraje, Eva no duerme, justificó su interés en rodar una película como Akelarre en que “esta historia habla de un momento fundacional, un momento en el que se impuso un modelo de pensamiento que se ha perpetuado hasta nuestros días”.
Según Agüero, en el contexto histórico del que habla su película “se generó un clima de terror y se impuso una moral con el objetivo de hacer desaparecer de la Historia al otro, al que es diferente, a quienes participaban de una cultura distinta a la cultura oficial”. En ese sentido, el cineasta argentino reconoció que “el pueblo vasco fue de los pocos que resistió; otros pueblos perdieron su idioma y hasta desaparecieron”.
Su interés por esta historia viene de largo y, durante años, Agüero se dedicó a acumular bibliografía sobre el tema de la brujería. De todas las obras leídas fueron los escritos de Pierre de Lancré, comisionado por el rey Enrique IV de Francia para limpiar de brujas la región de Lapurdi, los que más impresionaron al director argentino, hasta el punto de tomarlos como referencia para escribir el guion de Akelarre.
Para el actor Àlex Brendemühl, encargado de dar vida a un personaje que, en sí mismo, resulta un trasunto de Lancré, “los escritos de éste rezuman un tono pseudocientífico que queda anulado por la subjetividad con la que él se expresaba, siendo capaz de detectar la belleza y la sutileza que había en cada uno de los casos que les tocó investigar. En el fondo se trata de un personaje que parece uno de esos conquistadores de las películas de Herzog y Kinski, un tipo que parece que llega a un lugar dispuesto a arrasar con todo, pero luego hace gala de una sensibilidad que le lleva a poner distancia con sus semejantes”.
El desarrollo de los personajes y el tratamiento de los hechos históricos que se narran en el film vinieron determinados, según Pablo Agüero, “por un deseo de romper con el cliché porque la idea que tenemos de aquella época en el fondo la hemos ido copiando de una película a otra hasta crear una representaciónacartonada y rígida de aquel período. Frente a eso, mi pretensión fue darle una dimensión contemporánea a esta historia”. Algo que agradeció la protagonista femenina del film, Amaia Aberasturi, quien confesó haber construido su personaje “sin haberlo ceñido a una época concreta e inspirada por esa idea de Pablo de hacer algo atemporal”.
La actriz vizcaína lidera un reparto de jóvenes intérpretes que fue reuniéndose a lo largo de un año, según confesó el coproductor Iker Ganuza, quien comentó que “la exigencia de Pablo Agüero fue la de conseguir un reparto que rezumara frescura y donde las chicas no estuvieran contaminadas por los rigores de la actuación, sino que tuvieran ese punto libre y salvaje que demandaban sus respectivos personajes”.
El director fue contundente al afirmar que “en una película la ética y la estética deben convivir entre sí” proclamando que Akelarre, más allá de otras consideraciones, “es, en esencia, un film centrado en la aventura vivida por un grupo de chicas y en su capacidad de resistencia”. Ese empeño por depurar el relato y sintetizar su alcance fue asumido por Agüero como uno de los principales retos a los que hubo de enfrentarse “habida cuenta de que rodamos más de cien horas para acabar presentando una película de hora y media”.
En este sentido. el cineasta agradeció la disposición de los productores del film y en especial de Koldo Zuazua por la confianza que le mostraron de cara a rodar algunas de las escenas más complejas como la del akelarre que da título al film.
Jaime Iglesias