La lista de títulos que completan la trayectoria de Gael García Bernal es conocida por todos: Amores perros, Y tu mamá también, Diarios de motocicleta y No, son solo algunos de ellos. Si hablamos de películas propias, Chicuarotes sería su segundo título, tras realizar en 2007 Déficit, film en el cual además de dirigir, actuó. “Fue una locura, una experiencia que generacionalmente nos marcó. De ese proyecto, en el que nos juntamos muchos, salieron actores, directores, colegas que seguimos trabajando en el cine”, afirma el director. Confiesa también que, ahora mismo, no volvería a dirigir y actuar a la vez, aunque “no quiere decir que no lo vuelva a hacer. Hay historias que me gustaría contar dirigiendo y actuando”.
La película que trae al Festival como director, Chicuarotes, lleva el nombre de un gentilicio de una zona de Ciudad de México denominada San Gregorio. En ella pasan sus días Cagalera y Moloteco, dos adolescentes que buscan alejarse de la vida que les ha tocado y que, en un intento por comprar su libertad, se adentran en el mundo criminal.
Pero Gael García Bernal no tiene suficiente con estar en la sección Horizontes Latinos con este largo. Además, presenta como actor Ema, de Pablo Larraín, sobre el cual solo tiene buenas palabras: “Me encanta trabajar con Pablo Larraín, me ha dado la oportunidad de crecer a su lado profesionalmente. Con Pablo nunca sabes hacia dónde va una película, toca varios instrumentos a la vez en un sentido metafórico. Además, el tema de la adopción fallida mezclada con el reggaetón me parecía de lo más peculiar e interesante”. En segundo lugar, se encuentra el prestigioso director Olivier Assayas, que presenta Wasp Network, con Penélope Cruz, Premio Donostia en esta edición, y Edgar Ramírez como compañeros de reparto. “Lo que me atrajo de la película, entre muchas cosas, fue interpretar a un personaje real, de la misma manera que me ocurrió con el Che en su momento.
“Al dirigir, todo es una decisión propia, un accidente que se creó”
Interpretarlos implica una complejidad emocional que me interesa mucho”. Sobre la diferencia de trabajar en una película como parte del elenco y hacerlo en una película propia confiesa que “me pongo más nervioso cuando actúo que cuando dirijo. Cuando trabajo en un proyecto externo me encuentro con cosas que no puedo controlar del todo. En cambio, cuando eres director todo lo que se ve es una decisión propia, un accidente que se creó, incluso las cosas que han quedado mal son tu responsabilidad así que, de alguna manera, ya has hecho las paces con tu película”.
Augusto Mendoza puso la primera piedra en este proyecto creando el guion que más tarde llegaría a manos de Gael García Bernal: “Era un guion alucinante que tenía dos cosas que me llamaban la atención; la primera, que es como un funeral que huele a carnaval y, la segunda, la manera en que esos personajes hablaban, era como si hablasen un castellano muy antiguo, como si vivieran en el pasado, cuando en realidad San Gregorio de Atlapulco es una zona de Ciudad de México”.
En el film, el director retrata dos realidades que se convierten en el punto de partida de Chicuarotes: “Una de ellas es la desesperanza juvenil, que es universal, por la que todos hemos transitado hasta abrirnos al futuro para decidir acerca de lo que queremos ser y a dónde queremos ir” y, añade que “otra de las realidades es que uno de los lugares más violentos, no solo en México sino en el mundo entero, es la casa. Existen casos terroríficos que suceden en este espacio al que, en ocasiones, no podemos llamar hogar. Ante esa ausencia de amor se genera un odio, que deriva en una persona que no encontrará ningún límite a fin de sobrevivir. En Chicuarotes lo quise reflejar a partir de esa desesperanza juvenil que sufren los personajes principales”. Además, “me pareció importante resaltar la imagen de la niña, que es la única que tiene responsabilidad sobre los actos que están aconteciéndose; un papel, el de la mujer, que muchas veces no se tiene en cuenta”.
Maria Aranda