"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La Llorona es una aparición siniestra, tenebrosa, que está atrapada entre el cielo y el infierno después de permitir o perpetrar directamente la muerte de sus hijos. Por ello, arrepentida por lo que hizo con sus vástagos, el espectro se manifiesta a través de sus lágrimas, tan letales como el arma más destructiva. La Llorona forma parte de la mitología folclórica hispanoamericana de lo sobrenatural, con especial importancia en México, pero en los últimos años se ha convertido en un argumento universal.
El pasado agosto Movistar estrenó The Curse of La Llorona, de Michael Chavez, formando parte de la franquicia The Counjuring: Expediente Warren. El Festival presenta para cerrar la sección Horizontes Latinos La Llorona, en la que el cineasta guatemalteco Jayro Bustamante (ganador del Sebastiane Latino por su otro film proyectado en el certamen, Temblores) utiliza la leyenda con otros fines mucho más implicados con la radiografía política de la sociedad latinoamericana.
En La Llorona de Bustamante, el ente asesino no aparece para aterrorizar a una familia de clase media estadounidense. En su película, La Llorona se convierte en la amenaza de un militar guatemalteco genocida que sale indemne de una parodia de juicio en el que se le acusaba por crímenes contra la humanidad. Donde no llega la supuesta justicia humana puede llegar, y mejor, esta aparición situada en tierra de nadie entre el cielo y el infierno. Las visiones de La Llorona que tiene el militar son confundidas por su familia como síntoma precoz del Alzheimer. Buena parte del cine de terror norteamericano ha sido muy político, pero la película de Bustamante lo es de manera aún más evidente y urgente: una criatura surgida de las leyendas atávicas haciendo frente a un representante de una dictadura atroz.
Recién salido de su experiencia en Netflix con la miniserie “Frontera verde”, mezcla de thriller rural, reivindicación indígena y chamanismo, es decir, otro relato político encubierto de género popular, el colombiano Ciro Guerra adapta en Waiting for the Barbarians (Perlak) la novela homónima del sudafricano nacionalizado australiano y Premio Nobel de Literatura J. M. Coetzee, publicada en 1980 y traducida al castellano como “Esperando a los bárbaros”.
Aunque sale de su hábitat natural al rodar fuera de Colombia y con reparto internacional (Mark Reylance, Johnny Depp, Robert Pattinson, Greta Scacchi), Guerra no deja de tratar algunas de las temáticas que le han caracterizado hasta la fecha. En este caso se trata de la toma de conciencia por parte de un magistrado británico destinado a una ciudad colonial localizada en los confines de la región fronteriza de un imperio abstracto.
Fuera de su zona de confort, como el propio Guerra, el magistrado comienza a poner en duda todo aquello en lo que ha creído al contactar con una cultura y una forma de vida que no tiene nada que ver con el mundo que había imaginado. Guerra se siente finalmente muy cómodo, porque buena parte de su obra gira en torno a la colonización violenta, contando cómo el imperio envía hombres al lugar para reprimir una hipotética revuelta de las tribus indígenas.
Quim Casas