"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Desde los primeros segundos de un pequeño montaje (apenas tres minutos) con el que el vitoriano Juanma Bajo Ulloa anticipó ayer en el Zinemaldia el estreno en 2020 de su próxima película Baby, se advierte su poderoso empaque visual. Nos remite inmediatamente, por sus atmósferas, su claustrofobia o sus localizaciones decadentes, a sus primeros trabajos, aquella Alas de mariposa con la que ganó la Concha de Oro en 1991, o La madre muerta (1993).
Es un sello característico de la obra de este autor: la visceralidad y el impacto visual de unas imágenes que se te quedan grabadas, bellas a pesar de la degradación que muestran. “Baby es una película dura, pero incluso en un contexto degradado he buscado la belleza. ¡Basta ya de cosas feas! Quiero que sea hermoso de ver porque hay hermosura en la vida y en la muerte, y esta es una historia de vida y de muerte”, explica el director.
Baby, narrada sin diálogos, es la historia de una mujer que a pesar de proceder de un entorno acomodado ha llegado a un punto muy bajo en su vida, cometiendo muchos errores y, el peor de todos, vender a su hijo recién nacido. Cuando se arrepiente y lo trata de recuperar, comienza su peor pesadilla. “Como casi todas mis películas es la metamorfosis de un personaje que empieza en un lugar y al terminar se ha convertido en otra persona. Creo que todas mis películas hablan de eso: de la segunda oportunidad y de la capacidad que tiene el ser humano para cada mañana volver a levantarse y seguir con su vida tomando caminos nuevos. Detrás hay también un simbolismo que tiene que ver con el medio ambiente, con lo que nos envuelve y nos condiciona: la naturaleza, la lluvia, los animales… Somos un todo, pero ahora mismo, ese organismo está muy enfermo”.
El proyecto nació hace más de tres años y en esta ocasión, a diferencia de tantas experiencias previas de Bajo Ulloa, ha contado desde el principio con la financiación de la Diputación de Álava, que facilitó la posterior entrada del Gobierno Vasco. Cuenta también con un socio francés y colaboración catalana, pero se ha rodado íntegramente en el País Vasco con equipo vasco casi al completo, aunque elenco internacional. “Ha sido un parto duro porque soy visceral. He querido hacer algo que echo mucho de menos en un cine actual demasiado racional. Hay mucho miedo, hay censura, y eso es horroroso. El artista tiene mucho miedo”, concluye.
Gonzalo García Chasco