Le han concedido muchos premios importantes a lo largo de su carrera. ¿Cómo se siente ahora al otro lado, como parte del jurado de la Sección Oficial?
Me siento como una observadora. Juzgas porque tienes que tener un criterio y tienes que elegir. Pero sobre todo me siento una privilegiada por poder ver un abanico muy grande de diferentes cines y diversas maneras de pensar el cine, de contar historias. Cuando ves otros trabajos, inevitablemente te remite a ti, te hace pensar en los tuyos y de qué manera se reciben las películas. Estando de jurado, entiendo mejor cómo funciona un festival y las decisiones que se toman, lo que pasa con las películas. Está siendo muy interesante en ese sentido. Te da otra perspectiva. Es como estar detrás de la cámara, y a veces me parece incluso más interesante que estar delante.
¿Tiende a fijarse especialmente en el ámbito interpretativo de los trabajos en competición?
Inevitablemente lo pienso y me fijo mucho, porque es lo primero que me entra por los ojos: las caras, los ojos, las voces, los cuerpos… Pero la verdad es que me sorprende, estoy siendo una espectadora bastante abierta y bastante atenta. Me obligo a abrir mucho mis sentidos a todo lo que es la película en general; no centrarme en lo mío. Pero por algo me han llamado; entiendo que hay algo del criterio de una actriz en torno a eso que les interesaba.
No en balde lleva casi dos décadas en la profesión.
Para poder entender, también tienes que poder tener argumentos, no tiene que ver con que me llega o no me llega, me gusta o no me gusta; tiene que ver con que puedas decir: “¿qué preguntas plantea esta película?, ¿cuál es su mundo?, ¿qué alma tiene?”… Y esto para mí es muy estimulante.
“Estando de jurado, entiendo mejor cómo funciona un festival”
¿Qué cree que esperan de usted?
Con quince años rodé mi primera película, hace un montón. No sé cuál es el criterio, habría que preguntárselo a ellos pero es verdad que he venido al Festival mucho, desde hace años. Creo que los últimos seis años he venido con casi todo lo que he estrenado, en diferentes secciones, y me imagino que de alguna manera destilo amor por lo que hago y tal vez eso es lo que les pueda haber llamado la atención. Y es verdad que uno lo disfruta más y lo puede defender mejor teniendo una trayectoria. Seguramente, si yo con veinticinco años estuviera aquí estaría debajo de esta silla, no podría defenderlo.
Está siendo un Zinemaldia bastante reivindicativo (premio a Costa Gavras, discurso de Txepe Lara, movilización a cuenta de La ola verde…). ¿Cree en el poder del cine para cambiar la sociedad? ¿Siente esa responsabilidad?
No lo vivo como una responsabilidad pero sí creo que todo es política, que tiene que ver con lo que tú quieres o no quieres en el mundo, o defiendes o no defiendes, con hacer unas cosas y no otras, y cuando haces otras por qué las haces. Pero no sé hasta qué punto es un arma de cambio. El cine no tiene estrictamente ese lugar, ni tiene por qué tenerlo, creo que tiene que haber otras herramientas que incidan más directamente en la vida cotidiana de la gente. Ahora, sí que me parece que es un lugar de pensamiento, un lugar donde se anima a desarrollar un criterio entorno al mundo que te rodea y a ti mismo, y eso sí que creo que tiene que ver con una opción y una transformación que puede ser política, que parte de un individuo y se puede extender a un colectivo o a una sociedad.
El arte debe ser generoso, entonces.
Sí, tiene que serlo.
¿Se ve en adelante aportando a este arte o no se plantea el futuro?
Si que me lo planteo, sí, sí. Reconozco que llevo un año y ocho meses sin rodar una película porque no he podido, no he querido. He estado muy cansada, muy desgastada, porque he trabajado mucho. Ahora es la primera vez que me he vuelto a llenar de amor por mi trabajo, de energía, de ganas de contar, y por supuesto hay que ver de qué manera, porque todo se tranforma. Siento que tengo mucho que aportar; creo que en realidad he venido a eso, a aportar historias, para ser un vehículo para llegar a otros.
Irene Elorza