"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Creció entre películas de terror europeas, pero en los once títulos que conforman su filmografía previa todavía no había abordado el género. Sin embargo, en el cine del canadiense Denis Côté siempre hay una sensación de tensión mantenida, atmósferas enrarecidas y desasosiego. Será por eso que desde hace años no dejaban de preguntarle cuándo la iba a hacer de una vez por todas. ¿Es esta Répertoire des villes disparues, que presenta este año a concurso en Zabaltegi-Tabakalera tras pasar por la Sección Oficial de la Berlinale, la película de terror de Denis Côté? Sí, pero no.
El film tiene rasgos característicos del género, de eso no cabe duda. Arranca con una muerte violenta en el marco de un paisaje completamente nevado, y nos encontramos a lo largo del metraje con un pequeño pueblo de Quebec aislado, con elementos sobrenaturales, atmósferas y presencias amenazantes, y quizás… ¿fantasmas?, ¿zombies? Pero sus intenciones terminan siendo otras. Côté lo expone remitiéndose a su propia educación cinematográfica:
“Yo era una enciclopedia de cine de terror. Lo veía desde los ocho o nueve años. Fue gracias a esas películas que quise ser director, pero cuando empecé a estudiar cine con dieciocho años lo dejé de lado a cambio de Pasolini, Godard… ese tipo de cine. Pero estoy convencido de que el género de terror se quedó en mi ADN, y supongo que por eso en mis películas siempre hay una sensación de peligro. Pero soy alérgico a las convenciones, así que he querido seguir el juego, sentir el placer de crear expectativas y terminar contando otra cosa. De modo que, diciéndolo directamente: No, no es una película de terror”.
En realidad, busca más hablar acerca del miedo que provocarlo. El miedo a lo que llega de fuera, el miedo o la resistencia al cambio. Y con ello, no oculta cierta acusación hacia su propia comunidad de Quebec. “Debo explicar algo acerca de Quebec, porque esto no es un poema de amor a mi país. Somos siete millones de personas francoparlantes rodeados de 400 millones de angloparlantes. Nos sentimos un tanto aislados, creo que estamos buscando nuestra identidad. No conectamos demasiado bien con el resto de Canadá, no somos estadounidenses, y aunque hablamos de cierta conexión con Francia, no somos latinos. Somos anglosajones que hablamos francés. Por eso, este pequeño pueblo de 215 habitantes que escojo para el film es una especie de metáfora de toda Quebec”.
Y lo que quiere decir de Quebec, extensible a muchas partes del mundo (“allí donde viajo veo que la gente también se identifica con lo que cuento aquí”), viene a ser una evocación de la apertura al mundo como vía para cuidar la propia identidad. “Somos una nación superviviente y tenemos miedo a lo nuevo, a lo que nos pueda cambiar. Pero si no cuidamos de nuestro territorio, de nuestra memoria, de nosotros mismos, algo nos lo robará. Por supuesto, no me refiero a la inmigración como esa amenaza, sino todo lo contrario. Cuidar de nosotros mismos es también conectar con los demás. Tenemos que abrirnos al mundo”.
Pero Côté tampoco quiere que esa dimensión política parezca central en la película. “Esta no es una película política, como no es una película de terror, ni una película social. Me gusta moverme en la periferia de esas grandes categorías pero quedándome fuera”.
Gonzalo García Chasco