"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
El Festival cierra hoy el telón con la proyección del film canadiense-húngaro-británico The Song of Names, drama en el que la música juega un papel esencial como tema. No es de extrañar teniendo en cuenta que su director, François Girard, ha tomado la composición musical como el eje vector de su filmografía. Su anterior trabajo más recordado es El violín rojo (1998), película protagonizada por Samuel L. Jackson y Greta Scacchi: un violín barnizado de color rojo, diseñado por un maestro artesanal italiano, pasa de propietario en propietario, como el famoso billete de lotería de la novela de Jules Verne, desde el siglo XVII hasta la actualidad.
Girard es también responsable de Thirty Two Short Films about Glenn Gould (1993), una aproximación a la figura del controvertido pianista Glenn Gould y su interpretación de las “Variaciones Goldberg” de Bach; y del documental Bach Cello Suite # 2: The Sound of Carceri (1997), con el violonchelista Yo-Yo Ma. En 2014 dirigió, esta vez en Estados Unidos, Boychoir (El coro), en la que un profesor de música interpretado por Dustin Hoffman descubre a un niño huérfano con un talento especial para el canto.
Con estas credenciales, la historia planteada en The Song of Names parece una prolongación de algunos de los aspectos tratados en estos títulos previos. El contexto inicial es aquí el de la Segunda Guerra Mundial. Martin, un niño inglés, tiene un hermano adoptivo, Dovidl, un refugiado polaco de origen judío con unas dotes especiales para tocar el violín. Poco después de cumplir los veintiún años, Dovidl ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad y se dispone a dar su primer concierto. Minutos antes de la actuación, el joven desaparece sin dejar rastro. La desaparición deja una huella indeleble en la familia. Pasan tres décadas pero nada de aquello ha caído en el olvido. Un maduro Martin (encarnado por Tim Roth) conoce a un joven violinista que toca de una manera que solo puede haberle enseñado su hermano Dovidl (ahora con el rostro de Clive Owen).
La película se convierte en la crónica de una búsqueda a través de una trama tan musical como detectivesca. Martin ansía el reencuentro, pero también una explicación. El pasado resurge, por supuesto, y con él los horrores de la guerra y los motivos por los que el joven virtuoso decidió irse sin decir nada ni a quienes más le querían. Toca bucear en el tiempo pretérito, sacar a la luz los rencores y las mentiras. The Song of Names es un film sobre las heridas que no se cierran y, aún menos, llegar a cicatrizar.