Por segundo año consecutivo Juliette Binoche (París, 1964) hace acto de presencia en el Festival. Si el año pasado vino a presentar Viaje a Nara, de Naomi Kawase, y High Life, de Claire Denis, en esta ocasión regresa de la mano de otro cineasta japonés (y viejo conocido del festival): Hirokazu Koreeda; quien, en La Vérité, coloca a la actriz cara a cara con otro mito del cine francés: Catherine Deneuve.
Esta es la primera vez que coincide con Catherine Deneuve en una película. ¿Fue algo especial?
Sí, porque Catherine es una de esas actrices que nos ha marcado a todos. Cuando yo era pequeña ella ya era una gran estrella y no sé si decir que su trabajo me fascinaba pero sí que, decididamente, despertaba mi admiración. Sobre todo por esa mezcla de belleza y ligereza que transmitía en sus mejores interpretaciones y por esa actitud de espera ante el amor que siempre me cautivó, sobre todo en sus papeles a las órdenes de Jacques Demy, en películas como Piel de asno.
¿Diría de ella que es una actriz que ha marcado el camino de las siguientes generaciones de intérpretes francesas?
Sí, pero no solo ella, las actrices de mi generación siempre tuvimos un buen número de referentes en los que fijarnos: Jeanne Moreau, Simone Signoret, Isabelle Adjani… De todas formas, si tengo que hablar de mí en concreto, las actrices que definieron mi vocación no fueron francesas. Las tres intérpretes que más me inspiraron cuando estaba empezando fueron Liv Ullman, Gena Rowlands y Anna Magnani.
El año pasado, durante su anterior visita al Festival, declaró que le hacía especial ilusión trabajar con Hirokazu Koreeda porque era un cineasta que sabía dirigir su mirada al interior de los personajes. ¿Se reafirma en eso después de ser dirigida por él?
Sí, la verdad es que sí. Lo que ocurre es que al principio él estaba muy pendiente de ‘dirigirnos’, es decir, nos daba muchas indicaciones. Pero poco a poco, sin embargo, aprendió a confiar en nosotros, nos dejó más libres y yo creo que nuestro trabajo fue mejorando. Con todo, ha sido una experiencia maravillosa.
¿No le gusta sentirse dirigida? Es que, cuando hago cine, no sé muy bien lo que significa ser ‘dirigida’. En cada escena que ruedas para una película se plasma el esfuerzo de mucha gente distinta, no hay un único punto de vista sino que confluyen muchas miradas. El director, al final, donde impone su punto de vista es en el proceso de montaje, pero pocos son los cineastas que acuden al set con una decisión tomada desde el principio. En el teatro es distinto.
“En cada escena que ruedas no hay un único punto de vista sino que confluyen muchas miradas”
Uno de los temas que toca La Vérité es esa pulsión por construirnos una identidad a base de mentiras. ¿Qué cree que resulta más determinante en nuestra personalidad, la imagen que tenemos de nosotros mismos o el modo en que los demás nos perciben?
Yo creo que ni una cosa ni la otra. Para mí no resulta tan determinante encontrar el equilibrio entre nuestra percepción de nosotros mismos y la que tienen los demás como hacerlo entre nuestras palabras y nuestras acciones. Yo creo que es la coherencia lo que debería definirnos como personas.
En la película también se habla de la idea de éxito entre las actrices. ¿Es un concepto que significa algo para usted?
Evaluar si hemos alcanzado el éxito o no, es algo que solo podemos evaluar al final de nuestras vidas así que mejor no abrir la caja de Pandora por si acaso (risas). No sé, supongo que el éxito al final es un reflejo de la satisfacción personal. Como actriz ese es un estado que alcanzo cuando me he entregado todo lo que he podido. Aun así, a veces te queda la sensación de no haberlo dado todo o de haberte equivocado. Pero los errores son necesarios, son una herramienta de crecimiento, de transformación. Tenemos la necesidad de no ser perfectos.
Jaime Iglesias